Espectáculos y Cultura > Tenía 98 años

Murió el antropólogo y escritor uruguayo Daniel Vidart

El intelectual llevaba varios días en coma; su muerte fue confirmada por su esposa, Alicia Castilla, en su cuenta de Facebook
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14 de mayo de 2019 a las 15:25

Tenía 98 años y una carrera digna de un intelectual de pura cepa. Antropólogo y escritor, Daniel Vidart murió este martes 14 de mayo, noticia que fue confirmada por la cuenta de Facebook a su nombre que maneja su esposa Alicia Castilla, investigadora y activista cannábica. Días antes, Castilla había publicado el siguiente mensaje: "Daniel lleva muchos días en coma. Les pido a todos los que lo quieren, lo siguen y lo aprecian que envíen, si son creyentes, sus oraciones y si son agnósticos que envíen sus pensamientos, se despidan para que él pueda retomar su viaje". El escritor será velado en el paraninfo de la Universidad de la República de 10 a 16 horas.

Vidart nació el 7 de octubre de 1920 en Paysandú. Cursó sus estudios terciarios en la Facultad de Derecho de la Universidad de la República y también en Colombia, en la Universidad Nacional. Entre 1952 y 1958 fue vicepresidente del Sodre, mientras que también ocupó cargos como director en el Centro de Estudios Antropológicos Dr. Paul Rivet y en la Unesco, como experto en investigación sociocultural y consejero regional de educación ambiental para América Latina y el Caribe. Vidart era grado 5 en la Facultad de Humanidades, fue profesor de antropología cultural en la Universidad de Chile y desde 2009 era parte de la Academia Nacional de Letras de Uruguay.

Vivía actualmente en el balneario El Fortín en Canelones junto a su esposa, a quien conoció cuando la quiso entrevistar por un libro sobre la marihuana que estaba escribiendo y que publicó en 2014. Él la convocó a través de un periodista conocido. "Yo no sé si vos sabés quién es Daniel Vidart. Es una de nuestras mayores glorias. Quiere conocerte porque está escribiendo un libro sobre la marihuana. Te aclaro que, a pesar de sus más de noventa años, no deja títere con cabeza", decía el mail que le llegó a fines de 2013, según cuenta la nota ¿Es Uruguay el país de la alegría? publicada por la revista argentina Brando en 2014.

"Se conocieron. Pero antes él puso sus condiciones. Tenía que ser de mañana. Ella se preguntó quién se cree este señor. Sus vecinos de El Fortín la convencieron de que fuera y la llevaron. Un día a las 10.30, Castilla tocó timbre en una casa del barrio Pocitos, en Montevideo. Le llevó uno de sus libros de regalo y él la despachó rápido. Tenía otra reunión y se había olvidado de su visita. Ella volvió a dudar de las glorias uruguayas, pero igual le escribió un mail diciéndole que el encuentro había tenido gusto a poco. Después se fue a Chile. Él le escribió poemas. Durante dos meses no se vieron, solo se escribieron. En enero se casaron", cuenta la publicación.

Además de ese libro sobre la marihuana que lo unió con quien sería su pareja, Vidart publicó más de 20 títulos a lo largo de su vida y hasta último momento continuó con su labor, ya que Con el sol en la espalda. Vida y poesía se editó este mismo año. Entre los premios que le dieron esos libros se destacan el Morosoli y el Bartolomé Hidalgo en 1996, el Morosoli de oro en 2000, su nombramiento como ciudadano ilustre de Montevideo y un doctorado honoris causa de la Universidad de la República en 2013.

Justamente, tras esa distinción Vidart dijo las siguientes palabras: "Ya voy con el sol a la espalda, enderezando mis pasos hacia un previsible horizonte. Pero estoy en marcha y hago aún sombra en la tierra. He caminado mucho, y en el camino, no en la posada, aprendí que el ver es más importante que el mirar. Se mira la cáscara de las cosas, lo deseable es llegar al grano donde duermen las esencias y significados de aquellas. En consecuencia, ver es comprender". 

En noviembre de 2018, el antropólogo recibió el último reconocimiento: el Gran Premio Nacional a la Labor Intelectual, otorgado por el Ministerio de Educación y Cultura. Vidart era la última persona viva de los 41 intelectuales listados por Carlos Real de Azúa en la Antología  del ensayo uruguayo contemporáneo, un célebre título de un autor que también fue muy amigo del antropólogo. 

Formado políticamente por el expresidente Tomás Berreta –de quien fue amigo, secretario y a quien, además, le dedicó su primer libro, Tomás Berreta: apología de la acción–, Vidart fue un colorado que, sin embargo, alternó con la militancia en el Movimiento 26 de marzo. En 1971 integró la dirección del grupo y dirigió la revista Cuestión, su aparato de prensa. Sin embargo, tras un período en el exilio volvió a los colorados. Pero paulatinamente, mientras su figura como intelectual crecía, se fue alejando de nuevo de ese partido para regresar al Frente Amplio. "Lo veo como la actitud de un hombre libre. (...)  Además, si uno conversa con él un rato, se da cuenta de que su lealtad es hacia los frutos del conocimiento, que su libertad no es caprichosa sino la de un hombre profundo", contaba Manuel Flores Silva, exdirector del semanario Jaque –donde Vidart escribió tras el exilio–, en una entrevista con Brecha en setiembre de 2018. 

Vidart pasó gran parte de su vida viajando, conociendo culturas diferentes, conviviendo con comunidades disímiles, absorbiendo sus conocimientos y saberes de primera mano para después plasmarlos en sus estudios y creaciones literarias. Muy relacionado con José Mujica y Lucía Topolansky, fue con ellos con los que pasó su último cumpleaños. En entrevista con Montevideo Portal en 2014, Topolansky contó: "Un día me dijo Daniel Vidart, que tiene 94 años: 'Ahora todos los días me pongo un plan y al final del día veo si lo cumplí. Antes los planes eran más largos porque era más joven'".

Hace dos meses Vidart fue el primer entrevistado del programa de Salvador Banchero Divino tesoro. Allí contó como, hace años, en Colombia lo operaron de urgencia por una hernia y estuvo al borde de la muerte. Lo recordó así: “Entré en un largo túnel donde había una luz al fondo, las aguas eran carnales, casi fosforescente y se sentía como un arrorró, como una canción de cuna maravillosa. Y no puedo olvidar esto, dije para mí: ‘Ya lo sé todo. Nadie tiene que decirme cómo son las cosas porque en este momento penetré en el misterio’. Corridas, gritos, etcétera. Me sacaron del pozo y cuando me sacaron me enojé porque era muy dulce irse muriendo”.

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