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Nacional sabe cómo jugar y limitar a Peñarol

Al pulso de Nacional, con un Peñarol domesticado y escaso juego, el tricolor ganó más de lo que indica el empate final del clásico
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13 de mayo de 2019 a las 05:01

Ganó Nacional. A pesar de que fue empate. A pesar de que Peñarol sigue nueve puntos arriba en la Tabla Anual. A pesar de que el puntito lo hace estar ahora al aurinegro cinco unidades arriba de Fénix en el Apertura. Ganó Nacional. Porque fue al Campeón del Siglo, 2.000 contra 30.000, afuera. Diez contra 11 adentro y el tricolor se llevó un puntazo.

Empataron 1-1, es cierto, y a falta de tres fechas para el final del Apertura, Peñarol se puede consagrar campeón ya el próximo fin de semana. Pero como se repite desde el 2 de enero en Los Céspedes, el año es largo, y esta paridad que los albos lograron ante el vigente bicampeón uruguayo tiene un peso específico para lo que será el segundo semestre del año.

Nacional salió fortalecido en varias facetas: en lo futbolístico y en lo anímico. En lo individual y en lo colectivo. En el panorama a futuro que se abre donde seguramente pueda contar con el jugador más desnivelante de su plantel que es Santiago Rodríguez (afectado a la selección sub 20). Y también en la dirección técnica de un entrenador estratega y pragmático.

En primer lugar, impuso condiciones y jugó el partido a su pulso. Al ritmo que le convenía. En el escenario que le quedaba más cómodo.

El equipo de Álvaro Gutiérrez se plantó en campo de Peñarol con una línea de cuatro firme y sólida, bien cerquita del arquero Luis Mejía. Dos volantes centrales bien dispuestos a achicar el espacio y dos extremos en constante repliegue, convencidos de que su primera misión era defender a los laterales rivales.

Y solo con eso, puso un portón defensivo que Peñarol jamás supo si debía romper, saltar o forzarle la cerradura.

En el primer tiempo, el tricolor hasta se dio el lujo de manejar más y mejor la pelota.

Desde su postura defensiva y sin desesperarse ante el espacio que se presentaba, el tricolor hizo pasar la pelota por los pies de Amaral y desde el formulismo básico de jugar en largo desde el fondo, se las ingenió para plantearle dificultades a Peñarol.

Nacional jugó en largo todo el partido: 25 veces la reventaron desde el fondo Mejía o los zagueros. Peñarol solo recurrió al bombazo en nueve ocasiones.

De un bombazo largo de Guzmán Corujo, llegó la primera acción cierta de peligro cuando Matías Zunino se desdobló por derecha y pisó el área acompañando a Gonzalo Bergessio.

El hecho de haber manejado la pelota con más criterio en el tiempo inicial se tradujo en generar cuatro tiros de esquina contra dos de Peñarol que hace de la explosión del juego por banda un culto ardiente y sofocante.

De uno de esos tiros de esquina, llegó el gol del apertura. El primero en la historia de los clásicos en el Campeón del Siglo. Quiso el destino que el anotador fuera, en contra, el Cebolla, quien tomaba como referencia en las pelotas quietas a Bergessio y que perdió el foco del balón cuando se le atravesó por delante Matías Viña, perseguido por Rodrigo Rojo.

Fue sin dudas una ejecución de movimientos trabajados con mucho de mérito para Rodrigo Amaral, un pateador mucho más potente que Castro, quien suele pinchar sus centros con su zurda más elegante que fuerte.

Castro ya había salido entonces por Kevin Ramírez pero el hecho de colocar un delantero con más vocación ofensiva no trastocó el plan de Gutiérrez que salió a cuidarse.

Los laterales de Peñarol Giovanni González y Lucas Hernández no llegaron al fondo de la cancha para tirar un centro con peligro. Sus conexiones con los volantes externos (Agustín Canobbio y Rodrigo Rojo) nunca encontraron a los laterales tricolores en desventaja numérica.

Siempre llegó el retorno del extremo tricolor (Zunino y Castro, luego Ramírez) y además hubo una perfecta sincronización de los volantes centrales.

Ahí estuvo la clave del planteo. En el eje tricolor compuesto por Gabriel Neves, con su marca, despliegue y buena distribución de la pelota, y el acompañamiento ideal del Rafa García, quien se agigantó en el espacio cerrado.

Sin posibilidad de explotar por banda, Peñarol recurrió sin éxito a sus dos variantes de juego interno: la conducción del Mota Gargano y la aceleración del Cebolla Rodríguez.

Gargano sigue sin recuperar la fluidez del pase y manejo de tiempos con los que brilló, por ejemplo, en Maracaná ante Flamengo.

Y el Cebolla se encontró con un Rafa García que salió de su cueva para ir a frenarlo, cada vez que el capitán aurinegro quiso empujar a su equipo.

Gutiérrez ganó así la batalla atrás y en el medio.

No ganó, tal vez, porque Peñarol llegó muy rápido al empate luego de que Bergessio se hiciera expulsar por dos faltas perfectamente evitables (sobre todo la primera, donde fue a buscar a Gargano de atrás para pegarle en la rodilla).

En un envío frontal, Fabricio Formiliano volvió a sacar su chapa de jugador de clásicos y le ganó por vez única a la zaga de Nacional en toda la tarde. Le alcanzó a Peñarol para gestar el empate, obra también en contra de Guzmán Corujo. 

El complemento no le modificó la postura al tricolor: 4-4-1 con Amaral por delante de los cuatro. Bien apegados al libreto. Concentrados pero a la vez determinados para pelear cada pelota y seguir jugando en espacios reducidos.

Cuando quisieron acordar, locales y visitantes, ya se habían consumido los primeros 20’ y el partido entraba en su recta final.

Fueron más los errores propios que las virtudes ajenas, los que llevaron peligro sobre el arco de Luis Mejía. Primero un resbalón de Felipe Carvalho, después una indecisión de Viña que no reventó la pelota sobre la izquierda y terminó atropellado por Gastón Rodríguez.

Ni siquiera tuvo que recurrir al foul táctico el equipo de Gutiérrez para sostener el balance que tan bien edificó desde la técnica de su marca y el orden táctico colectivo.

Y sin embargo, cuando el equipo se soltó inquietó. Generó un tiro de esquina y tres jugadas de pelota quieta sacando infracciones. Corujo estuvo cerca de conectar un centro con pasaporte a la gloria eterna.

Recién en los 10’ finales, Peñarol fue la tromba que no fue ante Flamengo y que tampoco fue en el trámite global del partido contra Nacional. Pero Mejía, que había empezado con dos titubeos en centros cruzados, estuvo a la altura del status de golero de cuadro grande. Fue al piso contra el Toro y sacó un remate cruzado del Lolo.

Eso, nada más que eso, fue el empuje de Peñarol. Sus signos identitarios. Nacional lo domó y estuvo a punto de dar un golpe histórico. Pero hay empates que saben a triunfo.

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