Eduardo Espina

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No asesinaron a Papá Noel

Navidad es la época del año que más sentimientos genera en todo el mundo
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24 de diciembre de 2018 a las 05:03

Una de las certezas inamovibles del periodismo es que nunca ha habido una noticia lo suficientemente poderosa como para devaluar o hacer desaparecer el espíritu navideño, el cual se prolonga desde los días previos al 25 de diciembre hasta el 2 de enero. Podrá estar cayéndose el mundo al mismo tiempo que la celebración, pero la Navidad igual reina, con su aura dignificante y sus buenas vibraciones, diciéndonos, de manera no tan implícita, que al final, pase lo que pase, la esperanza prevalecerá y el bien triunfará. Difícilmente, por no decir nunca, será noticia principal de esta fecha una que diga “Asesinaron a Papá Noel”, personaje legendario, asociado por su continua presencia a los días navideños, que traen el regalo de la gran fiesta anual del espíritu.

Una de las dos grandes fiestas del cristianismo y del mundo occidental, junto con la Pascua, Navidad es una alegría, una tregua, y un dispositivo anímico para reiniciar o actualizar los anhelos de una vida mejor para todos.

La estación –no de servicio– navideña, puede ser motivo para sentir melancolía y nostalgia, dos poderosos sentimientos, parecidos pero no iguales.  Hay quienes se ponen memoriosos y recurren a la frase convertida en muletilla, “navidades eran las de antes”. La gente mayor de 40 años compara su vida actual con la anterior por esta misma época en tiempos anteriores, y casi siempre el presente sale perdiendo.

La industria farmacéutica no encontró aun una cura contra la melancolía y la nostalgia, de ahí que estos sentimientos, con diferente intensidad según los casos, cobren vigencia en diciembre, en horas cercanas a la Navidad, por todos los seres queridos que ya no están.

Además, la gente se pone melancólica por otras razones, tal vez porque siente que el mundo ya no es un lugar tan idílico como lo fue, en caso de que alguna vez lo haya sido. En el planeta sentimos una mayor dosis de inseguridad y vulnerabilidad que cuarenta años atrás, incluso cuando estaba en pleno auge la Guerra Fría, la cual por varias décadas hizo creer a millones que algún día podrían despertar y encontrarse con el planeta en ruinas por una serie de detonaciones nucleares. Pero, vaya mundo raro en el que vivimos, las navidades de entonces parecían ser más emotivas y tenían mayores razones para celebrar en grande, la vida o lo que sea.

Las de hoy parecen haber perdido esa alegría. Incluso quienes normalmente están contentos –lo cual en la presente época debería considerarse una anormalidad- sienten una rara nostalgia, por momentos parecida a la tristeza. Conozco casos. A mí, debo reconocerlo, la Navidad nunca me pone melancólico, simplemente porque vivo en ese estado los 365 días del año.

Así pues, desde mediados de diciembre hasta principios de enero, la realidad tiene una carga de nostalgia mayor que, por ejemplo, abril, junio o agosto, cuando la gente vive al día, sin recordar cómo fueron los abriles, los junios y los agostos de años anteriores. Podemos adivinar en qué época estamos, cuando en la radio escuchamos “Feliz Navidad”, canción de José Feliciano que, como el propio Papá Noel, nunca pasa de moda, aunque fue estrenada en 1970. La voz de cantante el puertorriqueño emerge para recordarnos, lo mismo que los pesebres, que las navidades son todas iguales y todas diferentes a la misma vez.

Quienes tienen presentes a los seres queridos que ya no están saben a qué me refiero. Puesto que tiene doble utilidad, ya que también alude al último día del año y al primero del siguiente, es la única canción navideña que se irradia hasta enero.

La de Feliciano es la canción navideña más reconocible en todo el planeta. Se la oí cantar a un alemán, a un francés, a un croata, a un ruso, a un canadiense, a un albanés, y hasta a un chino, a quien el acento de la palabra “próspero” se le movía incluso más que a Feliciano: lo ponía en la vocal final, “prosperó”, como si la prosperidad perteneciera al pasado. La suya era pues una Navidad aguda, pero feliz, ya que también ellos, los que no son cristianos ni hablan casi de política, festejan esta maravillosa fecha en la cual la gente con fe celebra el nacimiento de Jesús y le desea a la otra, de la religión que sea, “Feliz Navidad”, aunque hay quienes, como José Feliciano, que prefieren cantar sus deseos. Dicen que así llegan al alma más pronto.

Seguramente. Feliz Navidad para todos, estén donde estén. Y como decía un querido cura que fue maestro y amigo, y a quien siempre tengo presente en estos días y en los demás: se les quiere.

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