Nostálgico de Sanguinetti y esperando por Bordaberry: así está el Partido Colorado

Tras ganar por última vez el gobierno en 1999 con Jorge Batlle a la cabeza, los colorados se convirtieron en una minoritaria oposición de los gobiernos frenteamplistas y, ahora, transitan como compañeros de ruta del gobierno del Partido Nacional, exhibiendo una notoria dificultad para encontrar un perfil propio dentro del aparato de poder que encabeza Luis Lacalle Pou.

Con el dos veces presidente y líder de Batllistas, Julio Sanguinetti, como secretario general del partido, y el exministro de Ambiente Adrián Peña (Ciudadanos) encabezando la otra ala, los colorados se han mostrado como fieles y responsables socios de la coalición multicolor, actitud que no necesariamente tendrá su retorno en votos y que amenaza desdibujar sus fronteras hasta diluirlas en el territorio de los blancos.

Para peor, los colorados han tenido ciertas dificultades con el accionar de los hombres y mujeres elegidos para integrar el Poder Ejecutivo, tanto que cinco de ellos han abandonado sus puestos por distintas circunstancias nada reconfortantes.

Primero fue Ernesto Talvi quien se alejó del Partido Colorado, de la política y de la cancillería luego de liderar por escasos meses la colectividad a la que había prometido renovar y que dejó casi a la deriva. Después fue el ministro de Ganadería Carlos María Uriarte a quien desalojaron de su sillón ya que la gestión no conformó al sector Ciudadanos.

Luego le tocó caer en desgracia al ministro de Turismo Germán Cardoso (Batllistas)  tras acusaciones en su contra por polémicos gastos en publicidad realizados desde la cartera.

Más tarde, la subsecretaria de Relaciones Exteriores Carolina Ache (Ciudadanos) renunció empujada por su sector debido a las contradicciones en las que incurrió al explicar la entrega de un pasaporte al narcotraficante Sebastián Marset.

Los colorados exhiben una notoria dificultad para encontrar un perfil propio dentro del aparato de poder que encabeza Luis Lacalle Pou.

Finalmente, el propio Adrián Peña renunció a la titularidad del ministerio de Medio Ambiente después de que se conociera que durante años se adjudicó un título universitario que no tenía.

Esos traspiés no son cosa menor en un partido que se ha jactado de su eficacia en el manejo de los entresijos del poder. Pero lo más preocupante en tiempos que ya casi son electorales es la falta de un candidato presidencial de peso y, como fue dicho, las dudas acerca de la forma en que la gente decodificará la actitud de los colorados en el gobierno de Lacalle Pou.

Desde el sector Batllistas de Sanguinetti sostienen que esa actitud de socio fiel “pagará” cuando llegue la hora de las urnas porque la gente premia la “responsabilidad” política.

No obstante, en filas colorados también se reconoce que las encuestas –el partido oscila entre un mínimo de 3% y un máximo del 8% de intención de voto- no parecen reflejar un apoyo a esa táctica.

En las encuestas los colorados no solo aparecen con guarismo bajos sino que los consultados nombran mayormente a Sanguinetti y a Pedro Bordaberry cuando se les pregunta a qué candidato de ese partido prefieren.

Desde el batllismo se ha preferido atacar la actitud díscola de Cabildo Abierto en la coalición calificando de “chantaje” lo hecho por el excomandante Guido Manini Ríos cuando, entre otras cosas, obtuvo los cambios reclamados en el proyecto de reforma previsional previa amenaza de no votarlo en el Parlamento.

Habrá que ver si, con esa actitud levantisca, los cabildantes son premiados por el electorado de la coalición de gobierno o si se los castiga por haberse pasado de rebeldes. Pero lo cierto es que en ese y en otros casos, el novel partido se mostró más activo que la añeja colectividad.

Incluso los colorados no destacaron pos sus rápidos reflejos en el asunto que involucró a la exministra de Vivienda Irene Moreira. Cuando resultaba claro que la jerarca de Cabildo había cometido una irregularidad al asignar una vivienda a dedo a una correligionaria, Peña dijo que esperarían las explicaciones de la esposa de Manini antes de opinar sobre el asunto.

Por esas horas Lacalle Pou resolvía pedir la renuncia de Moreira dejando a los colorados en una tibia postura ante un caso claro de clientelismo político.

A todo esto, en las encuestas los colorados no solo aparecen con guarismo bajos sino que los consultados nombran mayormente a Sanguinetti y a Pedro Bordaberry cuando se les pregunta a qué candidato de ese partido prefieren.

Sanguinetti tiene 87 años y analiza la política desde su casa de la calle Zorrilla sin ninguna gana de correr aventuras de ese tipo. En el caso de Bordaberry, habrá que esperar un poco para saber si accede al reclamo de muchos dirigentes que le están pidiendo que retorne a la política tras varios años de retiro.

Con su reforma educativa a cuestas –un tema que difícilmente enfervorice electores- el presidente del Codicen, Robert Silva, es otro de los nombres que se manejan como posibles candidatos. Después, hay otros que piden pista como Peña, el director de Antel, Gabriel Gurméndez, el director de telecomunicaciones, Guzmán Acosta y Lara, y el abogado Andrés Ojeda, aunque las encuestas apenas los registran.

El partido que José Batlle y Ordóñez utilizó como herramienta para realizar las reformas más profundas y progresistas en la historia del Uruguay tiene antecedentes suficientes como para aspirar a retomar el ejercicio del poder que fue su marca de identidad.

Pero, por lo pronto y tras décadas de gloria, así están hoy los colorados: nostálgicos de Sanguinetti y esperando por Bordaberry.