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Qué son las lágrimas de sirena, la mayor fuente de contaminación plástica de los océanos

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27 de febrero de 2019 a las 13:42

"Lágrimas de sirena" puede sonar adorable, pero en verdad son una enorme amenaza para el medioambiente marino.

También conocidos como "nurdles" en inglés, estas pequeñas bolitas son materia prima en la industria del plástico.

En lugar de convertirse en artículos para el hogar, muchos de estos gránulos de plástico terminan en el océano, donde van capturando toxinas y siendo consumidos por la fauna marina.

No son tan adorables ahora, ¿verdad?

Los nurdles son los ladrillos con los que se construyen la mayoría de artículos de plástico, desde botellas de agua hasta televisores.

Estas bolitas —que normalmente miden entre 1 y 5 mm— son un tipo de microplástico creado así de pequeño a propósito, tal como sucede con las microperlas usadas en productos cosméticos.

Es decir, son distintos a los microplásticos que se desprenden en los océanos de aquellos residuos plásticos más grandes.

El tamaño de los nurdles los hace fáciles de transportar como materia prima, que luego las fábricas funden y moldean en todo tipo de productos plásticos.

Desafortunadamente, la mala gestión de estos pequeños gránulos durante el transporte y procesamiento hace que miles de millones se liberen involuntariamente en los ríos y océanos a través de tuberías de efluentes, que se vuelen de los contenedores o se expandan por medio de derrames industriales.

Un océano de lágrimas de sirena

El mote de "lágrimas de sirena" es apropiado cuando consideramos su daño potencial para la vida marina.

Dos personas rodadas de botellas plásticas.
Getty Images
Solo en Reino Unido se liberan hasta 53 mil millones de nurdles anuales, la misma cantidad que se necesitaría para hacer 88 millones de botellas de plástico.

Su tamaño pequeño, su forma redonda y su variedad de colores los convierten en alimentos atractivos, que se confunden fácilmente con huevos de peces y presas pequeñas.

Este "alimento" tiene un problema adicional: incluye sustancias químicas nocivas.

El hecho de que los nurdles tengan una gran área de superficie en relación a su tamaño y estén compuestos de polímeros permiten que los contaminantes orgánicos persistentes (COP) en el agua de mar se acumulen en sus exteriores.

Estas toxinas luego se transfieren a los tejidos de los organismos que los comen.

El problema está descrito en el propio nombre: los COP son "persistentes", lo que significa que no desaparecen fácilmente y pueden permanecer en la superficie de los nurdles durante años.

También pueden ser colonizados por microbios que son peligrosos para los seres humanos.

Un estudio que investigó los nurdles en cinco playas habilitadas para baños en East Lothian, Escocia, encontró que todas tenían estas bolitas y que las mismas estaban cubiertas con E. coli, la bacteria responsable de la intoxicación alimentaria.

Los nurdles pueden ser tan nocivos que se aconseja a las personas que limpian playas o a los que los manipulan en estudios científicos que no los toquen sin protección, lo que hace que tomar sol en muchas playas se convierta en una idea poco atractiva.

Nurdles en un frasco.
Getty Images
Su color y forma los hace ver como alimentos atractivos para la fauna marina.

Pero ¿cuántos nurdles hay en los océanos y en las costas?

Se estima que solo en Reino Unido la industria del plástico libera hasta 53.000 millones de nurdles anuales. Esa es la misma cantidad que se necesitaría para hacer 88 millones de botellas de plástico.

Entonces ¿por qué los nurdles rara vez se discuten en el debate sobre la contaminación plástica?

Cacería de nurdles

Afortunadamente, hay organizaciones que crean conciencia sobre las nurdles y su prevalencia en la contaminación marina.

Por ejemplo, la iniciativa Gran Cacería Global de Nurdles iniciada por Fidra (una organización benéfica con sede en Escocia que aborda problemas ambientales) y la Sociedad de Conservación Marina de Reino Unido alientan a las personas a convertirse en científicos ciudadanos y recopilar datos sobre qué tan comunes son estas bolitas en las playas de todo el mundo.

La recopilación de datos ayuda a identificar a las principales fuentes de contaminación, lo que luego puede utilizarse para mejorar la gestión del problema.

Y como hay tantos nurdles presentes en el medio ambiente, se necesita de un ejército de personas para recopilar información sobre ellos. La caza tiene lugar durante diez días en febrero de cada año.

Los científicos ciudadanos registran sus hallazgos en un mapa global que muestra el alcance de la contaminación en todo el mundo y cómo ha cambiado con el tiempo.

Desde 2012, el número de playas alcanzadas ha llegado a 1.610 en 18 países de los seis continentes, con más de 60 organizaciones involucradas.

Voluntarios limpiando una playa.
Getty Images
Se necesita de un ejército de personas para recopilar información sobre los nurdles debido a su masiva y extendida presencia.

Este año, el Grupo de Investigación de Fibras Microplásticas y Forenses de la Universidad de Staffordshire, Reino Unido, participó en los esfuerzos para estimar la concentración de nurdles en la playa de Hightown en Liverpool, Inglaterra.

Se encontraron un promedio de 139,8 nurdles por metro cuadrado. Eso es alrededor de 140.000 a lo largo de 1 km de línea costera.


Consejos útiles para colaborar como científico ciudadano

Echa un vistazo a alguna guía online de identificación de nurdles para no confundir una bola de poliestireno, un balín o un fósil antiguo con un nurdle.

Asegúrate de revisar las algas y otros desechos marinos cuando estés en la playa, ya que actúan como redes.

Una vez que hayas recopilado datos, no olvides enviar tus hallazgos a alguna organización para que puedan usarse para combatir el problema de la contaminación.

Y si no vives cerca de la costa oceánica, no te preocupes, ya que se han encontrado nurdles en la mayoría de los medioambientes, incluidos ríos, lagos e incluso lejos del del agua.

Hasta los hemos encontrado en el suelo del campus de nuestra universidad.

Así que a cazar, pero sin olvidar los guantes.


*Claire Gwinnett es profesora en ciencias forenses y del crimen de la Universidad de Staffordshire, Reino Unido.

El artículo fue originalmente publicado por el sitio The Conversation y reproducido bajo una licencia Creative Commons.


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