La secuela de Enola Holmes ya está disponible en Netflix, y desde su estreno ha generado curiosidad en el público por la historia real detrás de la película de la joven detective.
Enola Holmes 2 empieza poco después de los eventos de la primera película, cuando Enola (Millie Bobby Brown) abre su propia agencia de detectives y, cuando está a punto de darse por vencida porque nadie la toma en serio –por eso de ser mujer, joven y la hermana del famoso Sherlock Holmes–, recibe a su primera clienta. Con ella, su primer caso oficial: una niña busca a su hermana, que trabaja con ella en una fábrica de fósforos y de un momento a otro desapareció sin dejar rastro.
La joven que desaparece es Sarah Chapman, un personaje basado en la historia de una fosforera que encabezó junto con su madre, su hermana y cientos de otras mujeres una huelga que abonó la lucha por los derechos laborales de las mujeres de Inglaterra en el siglo XIX.
Sarah Chapman nació el 31 de octubre de 1862 y fue la quinta de siete hermanos. Según el East End Women’s Museum todos recibieron algún grado de educación, lo que no era habitual en una familia de clase media trabajadora de la época.
Para sus 19 años Sarah trabajaba, junto con su madre y su hermana mayor, Mary, como en la fábrica de fósforos de Bryant and May. Según la investigación del museo Sarah llegó a trabajar en el área de patentes, donde llevaba la los libros contables de la empresa.
La sensación entre las trabajadoras de agitación provocada por salarios bajos sumados a largas horas de trabajo, pésimas condiciones laborales y un injusto sistema de penalización.
El 5 de julio de 1888, 1400 mujeres y niñas empezaron una huelga marchado fuera de la fábrica. Al día siguiente, unas 200 –entre las que estaba Sarah Chapman– marcharon hacia la oficina de una de las integrantes de la Sociedad Fabiana, Annie Besant, para pedirle su apoyo para la organización de la huelga. El comité quedó conformado entonces por ocho mujeres: Sra. Naulls, Sra. Mary Cummings, Sarah Chapman, Alice Francis, Kate Slater, Mary Driscoll, Jane Wakeling y Eliza Martin.
Las huelguistas se reunieron con los directores de la fábrica Bryant y May y acordaron términos que incluían la conformación de un sindicato de trabajadoras, se acordó que todas las mujeres de la huelga serían aceptadas de vuelta al trabajo y que recibirán un algo justo, o al menos equivalente al de los hombres, la abolición de multas y deducciones. Además, tendrían que establecer un espacio para que las trabajadoras pudieran comer y les darían cajas para que no tuvieran que cargar los fósforos sobre sus cabezas.
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