Estilo de vida > VEGANISMO Y FEMINISMO

Señorita Bimbo: "No hay nada más patriarcal que comerse a un animal"

La comediante y militante feminista argentina visitó Montevideo y contó por qué decidió hacerse vegana
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02 de junio de 2019 a las 05:00

Entre chistes que asemejaban confiarle los huesos a un yogur con confiarle los genitales a cualquier "pelotudo", la militante feminista Virginia Godoy –alias señorita Bimbo– se presentó el último sábado de mayo con su show de humor en La Trastienda, junto a Noelia Custodio. Pero a diferencia de los monólogos que realizó el año pasado cuando se subió al mismo escenario, la argentina agregó un nuevo tema de debate: el veganismo. “Sean curiosos y googleen”, sugirió la comediante, actriz y conductora junto a Malena Pichot del programa radial Furia bebé.

Bimbo es vegana hace menos de un año. No es una erudita en materia de bienestar corporal, ni es una fit influencer. Es una persona que advierte sobre los riesgos a nivel colectivo de explotar animales para comer y alienta a traspolar las bases de la ideología feminista a otro de los ámbitos donde se da la explotación de unos seres vivos sobre otros.

¿Cuál es el punto del contacto entre el veganismo y el feminismo?

La información es un privilegio y uno tiene más acceso que otra gente. Hay muchas cosas que uno sabe sobre qué es lo que realmente se está metiendo en el cuerpo. Y yo, a través de cierto modo de cuestionar las cosas que me dio el feminismo, llegué a darme cuenta de que se trataba de la misma violencia porque no hay nada más patriarcal que comerse a un animal. Pensar que la vida de otro ser no vale y que podés hacer lo que quieras con eso es la misma lógica de la esclavitud, del machismo. Lo hacemos por cultura, por repetir cosas de otro mundo y otra época. Además –a diferencia del feminismo o de otras cuestiones–, el veganismo no necesita ni que seas muy erudita ni que pases por un proceso de deconstrucción. Simplemente actuás en la próxima comida. Elegís en qué gastar la plata que a todos nos cuesta ganar, que lo mejor o más barato nunca van a ser carne y lácteos. Que la gente con pocos recursos no sepa qué hacer y sus decisiones sobre la comida sean las peores, porque terminan enfermándolos, no es casualidad. Hay una estructura que sostiene eso que es el carnismo, como se habla de machismo, que sostiene una violencia invisibilizada.

¿Creés que las personas de bajos recursos pueden adoptar realmente una dieta vegana?

Muchas veces cuando se dice “violencia es comer animales” se responde, “violencia son los chicos que están muertos de hambre en la calle”, pero es parte de lo mismo. Que esos chicos no tengan para comer es parte de un sistema que se sostiene en consumos violentos y que posibilitan eso. Entonces, hay que salir de esa rueda de consumo y dejar de darle la plata a las marcas del mal. Que esa gente tenga acceso a la información y a saber que lo mejor que puede hacer es un guiso de lentejas y no un pancho, que cuesta lo mismo.

Claro, es un privilegio tener qué comer y poder elegir. Pero quienes podemos, tenemos que hacer otra cosa. Es urgente la situación en la que está el mundo, lo alertan en otros países y hay gente muy importante hablando de eso. Acá no parece ser prioridad, sobre todo en las ciudades, porque la gente que está en contacto con la tierra ya padece problemas que ni nos enteramos. Y terminan siendo problemas de los que hablan supermodelos hermosas que las ves felices y rubias y decís, “claro, está tan bien que puede ponerse a pensar en el medioambiente”. No, es urgente y es desde las economías populares que se tiene que hacer. Hay que pensar en otra manera de comprar. ¿A quién le estamos dando nuestra plata? Es bastante fácil de pensar en realidad, pero es una estructura difícil de romper, porque está asociada a cuestiones emocionales y de costumbres muy arraigadas a nuestra vida, a las ideas de cómo se crece y cómo se está sano y se comparte con otros.

Más allá del veganismo, tu militancia tiene mucho que ver con la lucha contra los ultraprocesados.

Sí, porque yo vivía a paquetes con ingredientes que ni sabía que eran, dándole mi  plata a marcas satánicas. Ahora como cosas ricas pero le doy la plata a feriantes. Elijo frutas, verduras, legumbres, algunos restaurantes, pero no es algo snob. No es más caro. No soy fit, como rico, pero no mierdas.

Tu plata va al mal y se la llevan empresas que enferman. Nos “alimentan” con jarabe de glucosa, harina blanca, leche en polvo, azúcar. A mucha gente le resulta violento que le cuestionen lo que come y no el pensar en cómo se produce esa comida. Parece que resulta más violento que te digan, “pensá un segundo qué pasó un ser que sentía para llegar a tu plato”. Les privilegiades, les que tenemos internet para saber tal cosa, elegimos en el supermercado qué comer y eso es una responsabilidad. Tener privilegios implica cuestionarlos y tratar de hacer con ellos el menos mal que se pueda.

Nuestros consumos ya tienen impacto, no hay que esperar a que venga una revolución. Es un tema muy urgente y no suele estar en las propuestas políticas, queda como algo de lo que solo se pueden ocupar los países del primer mundo. Pero no va a haber dónde pelear nuestros derechos laborales y feministas si no hay tierra donde estar parados.

¿Cómo fue tu proceso hacia el veganismo?

Es más duro ser feminista que vegano y en mi caso fue radical el cambio. Todavía no hace un año. Fui vegetariana de chica, tenía mucho dato sobre eso y la carne siempre me dio bastante asco. La gente dice, “¿cómo una gorda va a ser vegana?, hablás de alimentación y tenés un problemita”, y no. La paso re bien, no soy un monje que se sacrifica. Como todo lo que me gusta sin que sufra ningún animal ni nadie. Porque también me dicen, “te importan los animales, pero no los agricultores explotados”. Bueno, yo trato de comprar en una huerta a la que le conozco la cara al productor. No todo el mundo puede, pero la idea es ir tachando algunos ítems de la lista de complicidades en la que nos metieron. Nuestros consumos destruyen todo –desde el papel higiénico hasta la carne que comemos– entonces, las cosas que pueda las voy a ir tachando.

Es simple. Necesitás ir a la verdulería, cocinar legumbres y apropiarte de tu alimentación y lo que comés. Apoderarte de tu cuerpo, nos quitan ese poder. Y es ser boludos porque más allá de la empatía con los animales –que son los seres sintientes más maltratados en la tierra–  es ser pillo: si querés vivir bien en este mundo no vas a poder hacerlo enfermo, comiendo mal y dándole tu plata al mal. Te conviene por todas partes. Es un negocio redondo y si a eso le agregamos el sentirte bien con tus ideales y lo espiritual es algo que te conviene a vos y al mundo.

¿Te sentís distinta físicamente desde que sos vegana?

Sí, totalmente. Todavía no me he hecho controles médicos pero antes de llegar al año quiero chequear eso. Pensaba que había sensaciones que solo sentían las flacas y fit, y no. Me siento desintoxicada sin comer ultraprocesados; me mejoró el descanso, la digestión, el tema de las alergias, la piel, los mocos. Es una locura. Cosas que uno asocia con el reconforte como un cafecito con leche y una medialuna, son las que más mal nos hacen. Las sigo comiendo pero en sus versiones veganas. Me cocino y es una manera de ocuparme de mí misma que está buena. Necesitás información y saber qué combinar en un plato para que no falten nutrientes. Tenés que ir a nutricionista cada tanto y que te diga cuánta b12 tomar, que yo tomo 4 veces por semana.

Reiteradamente contás en tus redes y shows el gusto que tenés hacia la marihuana. ¿Por qué?

Fumo porro para todo hace casi 20 años y funciono bien fumada. Así como algunos toman rivotril o se toman una birra cuando llegan a  su casa. Me interesa y hago visibilizar que lo uso porque allá (Argentina) es otra realidad. En Uruguay es increíble el poder salir a la calle fumando y que no te miren mal. Se trata de un uso de tu libertad muy flashero.

La marihuana me ayudó a liberarme. Me endulzó la vida, le subió los colores, los brillos y el volumen. Y la recomiendo sobre todo al lado de drogas químicas que probé y no tienen nada. Hay mucha diferencia entre un químico que te metés en el cuerpo y una planta que vos ves crecer. Muchos todavía no dicen que fuman. Si la gente supiera que las maestras de sus hijos, sus médicos, sus abogados y esa gente que respetan y “le va bien en el mundo” fuma porro, dejaría de parecerle  raro.

¿Cómo te llevas con el bajón vegano?

¡Bien! Hay de todo. En la feria me abastezco de cositas, sino me hago helado. Banana y frutilla en el freezer, licuó y chau. También me hago postres de frutos secos, invento cosas.

Si bien se habla mucho desde el feminismo sobre la aceptación de los cuerpos, la gordura parece ser un aspecto sobre el que aún no se pueden derribar prejuicios. ¿Qué pensás de esto?

Por primera vez se está pensando colectivamente en cómo nos miramos y sentimos. Pero ya sabemos que esa mirada que sentíamos propia está teñida de cosas que no nos pertenecen. Aunque en redes o micromundos feministas se hable el tema, afuera no hay ropa en talles grandes y para las gordas es más complicado ir a buscar trabajo. Es una conversación que empezó a existir y que seguramente nos está haciendo bien pero en el mundo no se reflejó, les gordes siguen siendo algo de lo que burlarse y seguimos teniendo complicaciones para cosas muy básicas.

En algún momento –así como el feminismo ya tiene tantos años y va dando sus resultados– esta parte de la revisión de la mirada sobre los cuerpos y el activismo gordo va a dar sus frutos. Supongo que las que vienen se sentirán de otra manera de una, sin tener que conquistar espacios para tener mejor autoestima, sentirse bien o animarse a hacer cosas. Nosotras los conquistamos, para otras ya estarán habitados.

¿Qué pasa cuando una mujer que tiene un cuerpo hegemónicamente bello sube a sus redes una foto semi desnuda como señal de “empoderamiento” y otras feministas la critican?

Hay una policía interna y externa del feminismo que hay que dejar de escuchar. Eso de estar viendo todo el tiempo cómo se equivoca la otra o juzgarnos a nosotras mismas sintiéndonos “malas feministas”.  Pueden hacer lo que quieran, lo importante es saber que hacer lo que se espera, del cuerpo que se espera, no es revolucionario. Aunque personalmente para una mujer pueda serlo, estar en culo no conquista derechos para nadie. Se mezcla el mensaje. Hay que hacerse cargo de lo que cuenta cada cosa. Esos cuerpos no tienen la culpa ni tienen que esconderse o sentirse atacades, simplemente tienen que verlo como es: un cuerpo lindo siendo mostrado. Una gigantografía de una travesti con un brazo amputado no cuenta lo mismo que una de Jimena Barón.

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