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Tres desnudos, una playa y un grito de libertad

En 1976 Mario Schettini fotografió a tres amigos desnudos en una playa
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13 de noviembre de 2018 a las 05:00

¿Y por qué no? ¿Por qué no hacerlo? 

Para empezar, por el clima. No el que marca ese cielo nublado, plomizo, sin amagues de tormentas o lluvias. En realidad es por el clima que se vive, por la opresión y la represión. La situación del país marca que eso no se hace, o al menos que no se debería hacer. No es la mejor idea para la época y ellos lo saben. 

Pero ahí está la playa. Interminable, blanca, vacía, sin señales de vida, llamando, tentando a hacerlo. La misma playa de Rocha que ya transitaron otras veces, la que de seguro los iba a estar esperando así, como la están viendo ahora. Vacía, blanca. Disponible. Si hay un lugar para hacerlo es allí.

Mario Schettini se baja de la moto y sus tres amigos lo imitan. Todos tienen menos de 25 años y están de paso en medio de una escapada para acampar. El camping es para ellos la libertad, olvidarse un poco de todo y de todos. De que es, por ejemplo, el año 1976 y que están en Uruguay. Que la cosa está oscura.

Schettini tiene una cámara. Es una costosa Nikon F que, como si de una carrera armamentista se tratara, significa un paso glorioso y final en los avances de la tecnología fotográfica. Para un estudiante de fotografía como él, que juntó peso tras peso hasta alcanzar el precio del aparato, apretar aquel obturador es tocar el cielo con las manos. El recuerdo es un poco borroso, pero cree que tiene una película de 36 o 24 tomas. Está listo para comenzar, y por eso grita las primeras directrices.

“Vos te parás acá. Vos acá. Vos acá. Se sacan la ropa. La dejan al costado”. Los tres cuerpos desnudos se alinean al norte, al este, al oeste. Al sur se queda él, que –situado detrás del lente de la cámara– evalúa los mejores ángulos para esa toma que se le ocurrió en el momento y de manera impulsiva. Schettini busca, con su mirada aún no demasiado entrenada, que los cuerpos queden recortados por el horizonte, que haya una idea espacial sobre los elementos. Sabe que no tiene muchos intentos para sacar la mejor foto. Pero dispara.

La versión original de Desnudos en la playa

La rebelión del cuerpo

“Íbamos en busca de aire, de libertad. Tengo muy presente la imagen”. Mario Schettini hace una pausa y amaga a darse vuelta, aunque el movimiento se frena antes de completarse. Se nota que siente la presencia de los desnudos detrás de él. Su fotografía, tomada hace décadas y colgada en una de las paredes del Centro de Fotografía de Montevideo, sigue ejerciendo una fuerza perturbadora sobre su cuerpo. Incluso hoy, con 65 años, la imagen lo sigue sorprendiendo y la desnudez de esos tres amigos de espaldas lo cautiva. 

Desnudos en la playa es una de las fotografías más importantes que Schettini sacó en su carrera. Lo sabe muy bien, y el hecho de que luego su dedo disparara cientos de miles de instantáneas más a lo largo de su vida no lo cambia. Su fotografía ha adquirido resignificaciones a lo largo de los años y se ha convertido en una especie de símbolo para la fotografía contemporánea y artística nacional.

Una de sus evaluaciones más importantes la propuso la fotógrafa y teórica Diana Mines, y se recopila en el libro Fotografía en Uruguay. Historia y usos sociales. Tomo II. 1930-1990, que fue editado recientemente por el Centro de Fotografía y que incluye a la instantánea de Schettini como una pieza clave.

“Mario Schettini fue un faro de frescura y creatividad para ese grupo numeroso. El día que nos mostró sus Desnudos en la playa nos quedó claro que la libertad no había muerto, como parecía. La osadía de un grupo de amigos que recorrían la costa en motos y decidieron apoderase simbólicamente al menos de una parcela del país militarizado, sacudió todos los miedos. La ubicación de los tres jóvenes, cada uno con su ropa al pie, mirando hacia otros tantos puntos cardinales, inevitablemente coloca a quien mira la imagen en el cuarto punto complementario, desafiándolo a unirse a la rebelión”.

Schettini nunca quiso que su fotografía fuese un llamado a las armas. Al menos cree que no lo pensó en el momento en que se le ocurrió decirles a sus amigos que se sacaran la ropa para congelarlos en su Nikon F. Sin embargo, hoy entiende que sin proponérselo Desnudos en la playa se convirtió en un pedido de ayuda en medio de la dictadura. Y que debajo de aquella acción entre infantil y traviesa de apuntar al horizonte con los cuerpos destapados se escondía una necesidad de exteriorizar la libertad que no tenían.

“Creo que en nuestro interior deseábamos que todos nos vieran. Una de sus interpretaciones más lógicas y de peso es que la foto fue un grito contra la dictadura. Y sí, lo era. No lo pensé así en su momento, pero el hecho de hacerlo lo determinó. El desnudo siempre gozó de esa crítica punzante”, explica Schettini. 

Lo que no tiene muy claro es cuándo la imagen comenzó a cobrar importancia para el entorno fotográfico. Fue tomada en 1976, pero durante muchos años formó parte de una colección íntima que, de vez en cuando, revisitaba. Cree que un poco tiene que ver con un proyecto que comenzó algunos años después en el que enviaba una foto a sus amigos más cercanos acompañado de un pequeño mensaje. En ese grupo también estaba Desnudos en la playa. Lo que sí tiene claro es que Mines fue una de las grandes impulsoras de su difusión, al punto de que, tras unos retoques fallidos por su parte, lo instó a recuperar la versión original. Según ella tenía más fuerza.

“Yo la había manipulado. Le había borrado la ropa tirada en la arena y  Diana (Mines) me hizo cambiar de idea. Me demostró lo importante que era ese despojo”. 

La versión alterada

Ese error posterior fue corregido, pero hubo uno que quedó marcado en la película original y que al final terminó incorporándose como elemento artístico. Tras tomar la fotografía, el negativo quedó sobreexpuesto y, ya en Montevideo, Schettini descubrió que el resultado final era mucho más claro y luminoso que lo que el ojo había captado en su momento. Sin embargo, la propia sobreexposición le dio el toque de abstracción final, ya que hizo que el mar se encontrara con el cielo en un horizonte difuso, inexistente. Gracias a ese error técnico, la foto sumó más aspectos positivos. 

Por casualidades como esa, Desnudos en la playa sigue sacudiendo a Schettini. También lo sacude recordar que esa imagen congeló un momento que no olvida, que lo ayudó a consolidar su carrera y su mirada, y que mantiene vivos a tres amigos que ya no están. Ese efecto que él llama “glaciar” –la capacidad de congelar en el plano a la vida en movimiento– es lo que todavía no deja de maravillarlo. Y lo sacude, lo perturba, que se haya convertido en un símbolo de rebelión, que sea un grito de libertad que ha ido ganando más relevancia y peso con el tiempo. 

Es su demostración de que el arte puede ser un arma de resistencia incluso cuando no se pretende, justamente, que lo sea. 

Este artículo es parte de la serie Detrás de la foto, que recoge las historias que dieron lugar a algunas de las imágenes más icónicas comprendidas dentro del libro Fotografía en Uruguay. Historia y usos sociales. Tomo II.

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