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Trumpmanía carioca

Un posible resultado electoral en Brasil, que impone más pragmatismo y cautela
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12 de octubre de 2018 a las 05:03

Las elecciones del pasado domingo en Brasil confirmaron lo adelantado por las encuestas, el candidato Jair Bolsonaro, logró un enorme caudal de votos y competirá como favorito en una segunda vuelta contra Fernando Haddad.
La campaña electoral estuvo marcada por el atentado contra Bolsonaro, la demora en la definición del candidato por parte del PT –debido a los intentos por sostener una inviable candidatura de Lula–, y por las polémicas propuestas de los candidatos en el marco de un generalizado descontento social.

Pronto se conocerá el nombre del próximo presidente de Brasil, que está dentro de las 10 primeras economías a nivel global –más allá de la pronunciada caída de su PIB en el período 2014-2016–, es la mayor de América Latina y es luego de China el segundo socio comercial de Uruguay.

La polarización de la campaña llevó a que diferentes actores nacionales e incluso varios integrantes del gobierno, se posicionaran a favor o en contra de uno de los candidatos. Dicha actitud, se extendió una vez conocidos los resultados del pasado domingo. 
No es recomendable que ningún integrante del gobierno uruguayo marque preferencias públicas por un candidato, error por cierto ya cometido en alguna oportunidad y que naturalmente puede dañar las relaciones bilaterales. En estos casos, lo esperable es contar con una buena dosis de cautela y pragmatismo, lo que no implica acompañar el programa de gobierno del país vecino.

Por tanto, frente a un escenario regional cargado de incertidumbre, lo aconsejable sería avanzar en la definición de una estrategia nacional de relacionamiento con Brasil, tomando en cuenta el perfil de los dos candidatos con posibilidad de acceder a la presidencia.
Comenzando por Bolsonaro, que de acuerdo a las encuestas sería el candidato con mayores posibilidades de ganar la segunda vuelta, su campaña se focalizó principalmente en la agenda interna de Brasil, con evidentes coincidencias de estilo con el presidente Trump. Con habilidad, capitalizó el descontento social por los hechos de corrupción, la debilidad institucional, la creciente delincuencia, la enorme burocracia estatal y los niveles de desempleo. A nivel económico, se preocupó por dar una señal a los mercados mostrando continuidad e incluso adelantando que profundizaría algunas de las reformas iniciadas por Temer.

Por tanto, frente a un escenario regional cargado de incertidumbre, lo aconsejable sería avanzar en la definición de una estrategia nacional de relacionamiento con Brasil, tomando en cuenta el perfil de los dos candidatos con posibilidad de acceder a la presidencia.

También en su política internacional muestra coincidencias con el presidente de Estados Unidos. Es crítico de los organismos internacionales (Naciones Unidas), acompañaría la política de la potencia del norte en Medio Oriente, no muestra interés por el medio ambiente, planteó una polémica visión sobre las armas nucleares y el rol del ejército, condena firmemente al régimen de Maduro en Venezuela y muestras recelos frente a China y Rusia, lo que podría alejarlo de los Brics.
Si bien se presenta como liberal, lo que intentó confirmar con su ministro de Economía, también es cierto que sus expresiones sobre la industria nacional lo podrían llevar a la aplicación de medidas proteccionistas. Especialmente con China, pero también podrían afectar a su región más próxima.

En su programa de gobierno hay escasas referencias a Argentina y no se menciona al Mercosur. De cualquier forma, en algunos de sus discursos de campaña se ha mostrado muy crítico respecto al bloque, abogando por un Brasil con mayor libertad para negociar acuerdos comerciales, incluso mostrando interés en profundizar su relación con Estados Unidos y Corea del Sur. También ha llegado a plantear que el Mercosur debe ser una zona de libre comercio, propuesta que debería ser acompañada por Uruguay y permitiría recuperar la soberanía para negociar tratados de libre comercio.

Igualmente, a diferencia de lo que se suele aseverar por parte de algunos actores políticos en Uruguay, el Mercosur tampoco ha sido una prioridad para Haddad. Si bien el PT tiene una política ya conocida respecto a la integración regional, especialmente visible en el período de Lula, la misma no necesariamente fue favorable para los intereses de Uruguay y el Mercosur. 
Entre otros ejemplos, se destaca el nivel de politización alcanzado por el bloque en dicho período, la flagrante violación de las normas comunitarias, el descrédito del Sistema de Solución de Controversias o la herida de muerte del Mercosur por el ilegal ingreso de Venezuela como socio pleno. También cabe recordar la priorización de la agenda de la Unasur frente a la del Mercosur, como parte de la estrategia de proyección internacional de Brasil.

Habrá que esperar los resultados, pero en cualquier caso, ya es conocido que el Mercosur no es importante para ninguno de los dos candidatos. De hecho, debe reconocerse que nunca lo fue para Brasil. Esta realidad tendría que asumirse cuanto antes por parte del gobierno uruguayo, para que sea posible definir una estrategia que permita alternativas en su inserción internacional más allá de la región. Por otro lado, será necesario aprovechar las oportunidades que se puedan abrir por el fenómeno de Trumpmanía carioca, en particular en cuanto a las posibles y tan postergadas reformas del Mercosur. 

Habrá que esperar los resultados, pero en cualquier caso, ya es conocido que el Mercosur no es importante para ninguno de los dos candidatos. De hecho, debe reconocerse que nunca lo fue para Brasil.

En definitiva, más allá de los resultados de la segunda vuelta electoral, es esperable que el liderazgo de Brasil continúe ausente, ya que necesitará tiempo para recuperar la confianza en sus instituciones y la credibilidad internacional. Todo esto ocurrirá con una Argentina con complicaciones crecientes y con un mundo que seguirá inestable por la guerra comercial y las tensiones políticas.
Frente a este complejo escenario, en Uruguay se pierde el tiempo con declaraciones políticas rimbombantes que no cambiarán el curso de la historia, el que será definido por los brasileños en un acto eleccionario legítimo el próximo 28 de octubre. 

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