Opinión > EDITORIAL

Una buena señal política

Un potente mensaje a varios sectores por parte del gobierno de Bolsonaro
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13 de julio de 2019 a las 05:00

La media sanción del Congreso brasileño a la reforma a la seguridad social del gobierno de Jair Bolsonaro es un potente mensaje a los agentes económicos, y también a los propios políticos, de que con convicción y bríos es posible avanzar en planes ineludibles para salir del estancamiento y el declive, y proponerse por fin caminar por la senda del desarrollo. 

La media de los líderes de la región rechaza o acepta con vergüenza ponerse al frente de reformas que pueden tener un costo político en el corto plazo, pero que son indispensables para el crecimiento sostenido de la economía en el largo plazo.  

El problema de la seguridad social en Brasil –como en casi todos los países de la región, incluyendo a Uruguay- no surgió de la noche a la mañana. Refleja los cambios que ha habido en la esperanza de vida y en factores demográficos que repercuten en la economía. 
Las arcas de un Estado son sensible a una ecuación que no cierra por ningún lado: la población envejece y, además, tiene una larga vida por delante luego del retiro jubilatorio. Eso provoca una enorme brecha entre activos y pasivos.

Brasil, en ese sentido, tiene un sistema jubilatorio muy desfasado. Es imposible el financiamiento de un régimen de reparto que permite jubilarse a las mujeres que cotizaron durante 30 años y a los hombres que lo hicieron durante 35, sin una edad mínima. Que incluye, además, un beneficio parcial a mujeres de 60 años y hombres de 65 si suman 15 años de contribuciones y privilegios para diversos sectores. 

El país gasta casi el 13 % de su PIB en pensiones y su deuda pública al cierre de 2019 trepará al 90% de su actividad económica, según datos del diario británico Financial Times.

El régimen aprobado en la Cámara de Diputados aumenta la edad de jubilación a 65 años para los hombres y a 62 para las mujeres, lo que permitiría ahorros de US$ 250 mil millones en los próximos 10 años. Además, sube las contribuciones de los trabajadores y elimina privilegios. Los recursos proyectados son menores al previsto inicialmente porque el Congreso desistió de crear un sistema de capitalización individual, lo que hubiese sincerado y fortalecido todavía más el sistema jubilatorio. 

Bolsonaro ha tenido la valentía de hablar de la bomba de tiempo previsional desde la reciente campaña electoral, en la que la mayoría de sus competidores miraba hacia un costado. 

Consciente de sus ventajas comparativas, nombró en la cartera de Economía a Paulo Guedes, un economista liberal de pura cepa, que se puso al hombro la reforma previsional y convenció a legisladores oficialistas y de los partidos de la coalición de gobierno de todo lo que está en juego para Brasil. Un cambio de régimen jubilatorio es un asunto de primer orden si se quiere cerrar el enorme agujero fiscal que encendió la luz roja de todas las instituciones internacionales expertas y de los agentes económicos.

La respuesta favorable del mercado no solo es una señal de apoyo a la media sanción legislativa, sino también de confianza a  la capacidad política de Bolsonaro para que avancen sus planes de desregulación y de privatización de empresas públicas. Y a la misma vez es un reconocimiento a la coalición del gobierno y líderes del Congreso que estuvieron a la altura de las circunstancias al apropiarse de la reforma.

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