Opinión > EDITORIAL

Una muy mala señal

Hay algunas señales claras para los empresarios de cara a los próximos cuatro años
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17 de mayo de 2019 a las 05:00

Cualquier gobierno, sea del signo ideológico que sea, que tenga el claro propósito de aumentar la riqueza y crear empleos de calidad, debería tener muy claro que el sector privado es el principal aliado. Puede echar mano a políticas keinesianas, como se ha propuesto en la campaña de cara a las elecciones internas de los partidos, pero nunca puede ser la principal apuesta de política económica.

Es por eso que nos preocupa el estado de ánimo pesimista de los gerentes y altos ejecutivos de las empresas de nuestro país, según surge de la Encuesta de Expectativas Empresariales de mayo, realizada por la consultora Deloitte.

Además de evaluar pésimamente la gestión del presidente Tabaré Vázquez, 76% de desaprobación, el nivel más bajo desde que se realiza el sondeo algo previsible de una administración mediocre, sin reformas de fondo sobre los problemas del país –particularmente en la economía, la educación y la seguridad-, los titulares de las companías no mostraron tener demasiadas expectativas respecto al próximo año en que habrá un cambio de gobierno. 

Solo 9% considera como “bueno” o “muy bueno” el clima de negocios en el país, lo que es muy malo si pensamos en la necesidad de la captación de inversiones para un país como Uruguay que tiene un mercado interno muy pequeño.

¿Qué les preocupa los empresarios? El bajo crecimiento del volumen del negocio; el salario real elevado; y la baja productividad de la mano de obra, son los tres principales factores que condicionan el empleo en las empresas. El 73% de los ejecutivos consultados dicen que el incremento de costos es uno de los desafíos más importantes de su compañía. 

Quizás lo más inquietante que muestra el estudio de Deloitte, es que el sector privado no tiene demasiadas expectativas en relación  a reformas estructurales el próximo año, por lo menos en el área económica. El 49% de los ejecutivos proyectan un deterioro en la política económica. El 12% cree que puede haber una “leve mejora” y apenas el 1% una “fuerte mejora”.

La presión tributaria que sufre el sector privado está muy relacionada al creciente gasto estatal. Las empresas están afixiadas por los impuestos al trabajo y a las empresas; por las altas tarifas públicas. 

Debería llamar la atención de los presidenciables que la mayoría de los ejecutivos que ven posible una reforma fiscal en la próxima administración, crean que ocurrirá pero, por el lado del aumento de tarifas públicas y, en segundo lugar, por un incremento de impuestos a las rentas personales más altas. Aunque el clásico alza del IVA esta vez aparece relegado como variable de ajuste, tiene mucho peso la idea de que habría un aumento de las rentas empresariales o personales más que una reforma profunda por el lado de la baja del gasto que es lo que el país debería encarar, como han propuesto algunos de los candidatos de los partidos. 

Es grave el deterioro fiscal. El déficit de las cuentas públicas se mantuvo en marzo en 4,5% del PIB y hace rato que está muy lejos de la meta oficial trazada para este año. Llegamos al mayor saldo en rojo en 30 años. Por eso debería ser una señal de alarma que los empresarios no crean que el próximo gobierno realizará una profunda reforma de un Estado paquidérmico, que gasta mucho y mal. 

 

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