Uruguay abierto, libre y próspero

Para todas las naciones, pero en el caso de países chicos especialmente, estos tres calificativos van de la mano: apertura, libertad y prosperidad. Así lo demuestra la teoría económica compartida de forma prácticamente unánime, la experiencia de muchos países en todo el mundo, y la propia historia de Uruguay.

Ningún país pequeño es capaz de producir eficientemente todo lo que necesita, y su producción en áreas competitivas tiende a exceder ampliamente sus capacidades de consumo. Su conexión con el mundo es imprescindible; el intercambio es necesario y deseable. De la misma forma que como individuos nos es beneficioso intercambiar con otros los bienes y servicios que necesitamos, la misma lógica aplica al comercio internacional. Es fundamental comprender que las transacciones comerciales son por definición voluntarias y, por lo tanto, se entiende que son beneficiosas para ambas partes involucradas. Trabas al comercio son trabas a una actividad que es natural para el hombre y que ha permitido a la humanidad desarrollarse a través de la historia. Las civilizaciones más abiertas, también han sido las más prósperas.

Algunos de los beneficios de una mayor apertura comercial son ampliamente conocidos: el acceso a mercados ampliados y la reducción arancelaria permiten a los productores aumentar sus ventas en cantidad y lograr mejores precios; y esto, a su vez, permite generar economías de escala y especialización que aumentan la productividad de los emprendimientos generando mayores beneficios. Mayor dinamismo en la actividad de las empresas promueve mayores niveles de empleo y de mejor calidad y mayores niveles de inversión. Mayor apertura y menores barreras, no solo permite potenciar negocios existentes, sino que abre la puerta a nuevas oportunidades.

Quizás menos discutidos son los beneficios que percibe directamente toda la población en general: gracias a las facilidades de importación, los consumidores logran acceder a mejores productos, más baratos y en mayor variedad. Las empresas también se ven beneficiadas al acceder a mejores insumos para su producción a menor costo, lo que también redunda en un producto final mejorado para sus clientes.

Los efectos de mayores exportaciones e importaciones combinados también generan una ganancia de eficiencia generalizada en la economía, es decir que los recursos de las personas y las empresas pueden utilizarse de mejor forma (con lo mismo compramos más, con lo mismo producimos más).

Asimismo, el aumento de la competencia –tanto para los productores que compiten con los productos que se importan a un país, como para aquellos productores que compiten con los productos exportados por terceros países– deriva en mayores niveles de eficiencia y valor agregado para los consumidores, ya sea porque las empresas se esfuerzan para ser más competitivas o porque los recursos de emprendimientos no eficientes se redireccionan. Vemos aquí que efectivamente en el proceso de apertura algunos sectores naturalmente verán contraída su actividad, especialmente aquellos que no sean competitivos y más se les dificulte reconvertirse. Es por esta razón que en los acuerdos comerciales se acostumbra incluir listas de excepciones, y también por lo que se establecen programas de desgravación graduales a través de varios años, ofreciendo a las empresas tiempo suficiente para incorporar los cambios a su estrategia. También es una práctica común que los gobiernos apliquen medidas de compensación o de contención que amortigüen estos cambios, como prestaciones por desempleo, subsidios de formación y programas de trabajo. Se entiende que las ganancias derivadas de mayor apertura comercial superan ampliamente las pérdidas, especialmente si se observa la película en vez de la foto. Es justamente en este sentido que es posible decir que es probable que los beneficios más significativos de una mayor apertura comercial sean los menos conocidos. Aquí destacamos las llamadas “ganancias dinámicas del comercio”. Si las ganancias “estáticas” son, por ejemplo, el acceso mejorado de condiciones arancelarias a un nuevo mercado, una vez logrado, esto permanece incambiado en el tiempo como un dato más de la economía; mientras que las ganancias dinámicas son aquellas menos cuantificables y cuyos efectos se pueden observar a mayor plazo, pero muchas veces son más relevantes, como por ejemplo, el aumento en la innovación, la adopción de nuevas tecnologías, mejoras en los estándares de trabajo, y más. Estos cambios y sus efectos son los que verdaderamente promueven el desarrollo de las economías.

En el caso de Uruguay, se observa que nuestro país se encuentra rezagado a nivel global en materia de inserción internacional. Su principal acuerdo es el del Mercosur que es el bloque más cerrado del mundo. Si consideramos que la idea original de esta asociación era ganar eficiencia mejorando el comercio intrazona y aliarse para afrontar al mundo con mayor peso, podemos decir que la primera parte se logró en sus primeros años con relativo éxito y la segunda fracasó rotundamente. Así las cosas, es necesario perfeccionar su funcionamiento como una verdadera zona de libre comercio y evitar que esta asociación limite nuestra apertura hacia el resto del mundo; especialmente considerando que se ha perdido pie mientras que el resto de los países han avanzado (y lo siguen haciendo) enormemente en sus alianzas comerciales en los últimos años.  Si pensamos que Uruguay puede ser el primer país desarrollado de América Latina, transitar el camino hacia una mayor apertura comercial es imprescindible.

Victoria Martini obtuvo el segundo Premio Academia Nacional de Economía 2021.