El "Cristo Yacente" de más de 200 años de antigüedad en la parroquia San Pedro de Durazno fue víctima de un acto vandálico el fin de semana.
Un desconocido destrozó el sábado pasado la estatua de madera dejándola sin rostro y sin dedos en los pies. El individuo, que actuó solo, quedó registrado en las cámaras de seguridad, pero hasta el momento no ha sido ubicado por la policía, informó el Canal 8 de Durazno.
El Cristo Yacente, también conocido como Cristo de El Pardo, es una escultura barroca de principios del siglo XVII y representa una importante pieza histórica y artística para la iglesia y la comunidad.
Para el padre Roberto Figueroa, miembro de la parroquia, "fue una auténtica mutilación, de esas vistas solo en películas de mafias. Parecía como si hubieran matado de nuevo a Jesús".
El padre Figueroa denunció el hecho ante las autoridades competentes, pero al mismo tiempo, reflexionó sobre la situación de los jóvenes que viven en las calles de Durazno.
"Me vino a la mente la gran cantidad de Cristos que andan por las calles de Durazno, de Uruguay y del mundo. Cuantos cristos sin rostros, sin identidad, sin nombres, mutilados por la droga que muchos asesinos de Cristo, mutiladores de Cristos venden, trafican, reparten, regalan, y que a nuestros chicos les quitan toda la dignidad de una identidad", expresó
El padre Figueroa hizo hincapié en la situación de los jóvenes que se encuentran en la calle y tienen problemas con el consumo abusivo de drogas, lo que les lleva a "perder su identidad". "Dejan de ser Mario, Pablo, Luis, Felipe, Juan, María, Josefa, Laura, para ser sencilla y tristemente: 'aquel drogado'; 'delincuente'; 'piche,', 'sinvergüenza'; 'pastoso', etc."
El párroco agregó que estos jóvenes son como "cristos mutilados también por el egoísmo que no quiere saber sus historias, sus dolores, sus sufrimientos que los llevaron a donde están. Hay algunos que su mayor deseo es volver a tener un rostro digno, un nombre limpio, un mundo de esperanzas por delante".
El padre Figueroa hizo un llamado a la sociedad para que no mire a estos jóvenes con desprecio o indiferencia, sino que se pongan en su lugar y traten de entender su situación. "Hay tantas historias detrás de cada rostro desfigurado de mis cristos de carne y hueso, no de madera. Y la sociedad, yo, tú, nosotros, los miramos siempre con desconfianza, desdén, desprecio, intolerancia o hasta indiferencia".
El padre Figueroa terminó su reflexión diciendo que, a diferencia del Cristo mutilado de la parroquia, estos jóvenes son la obra de arte "más preciosa y preciada" de un Dios que es "amor y misericordia".
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