Pasaban unos minutos de la 1.30 de la mañana cuando una fuerte explosión se sintió en una zona de Punta Carretas. El ruido venía desde adentro del shopping. A esa hora todavía quedaban algunos clientes en los cines del último piso, pero en uno de los sectores de la planta baja todo era destrucción y caos.
Acababan de explotar un nuevo cajero y era el episodio número 75 en poco más de un año, desde octubre de 2017. Un grupo de cinco delincuentes rompió una de las puertas de ingreso y llegó hasta el cajero ubicado al lado de una heladería. Pero algo salió mal: se supone que usaron más gas del que se precisaba y la explosión fue enorme. No solo se dañó el cajero, también se rompieron los vidrios de unos 10 locales aledaños.
Cuando llegó la Policía, encontró a un hombre muerto en el piso y otro herido, que fue derivado al Hospital Maciel. Los otros tres delincuentes lograron escapar.
Pudo haber sido una tragedia mayor y esa es una de las principales preocupaciones. En la misma madrugada hubo un ataque a otro cajero, esta vez en San Jacinto, en el departamento de Canelones. Los delincuentes no tuvieron éxito y fueron detenidos más tarde.
El modelo de robos a cajeros fue importado por delincuentes chilenos (ellos enseñaron hasta el método de fuga, tirando grampas miguelito) y, tras algunos primeros golpes exitosos, el Ministerio del Interior diseñó un plan para intentar frenar la ola de robos. La medida principal, se suponía, era el entintado de los billetes.
Casi un año después, han robado varios dispensadores que tenían entintado -de los 75 cajeros atacados hasta ahora, ocho contaban con ese sistema- y, lo que es peor, aún no todos los cajeros tienen disponible el mencionado entintado.
¿No era la solución mágica, según el gobierno? ¿Por qué roban cajeros donde los billetes tienen tinta? ¿Es ignorancia o existe alguna forma de reutilizarlos?
Es cierto que hay personas que han ido presas por los robos a cajeros. Desde setiembre de 2017, 37 personas fueron llevadas a la Justicia por su participación en el robo a cajeros automáticos o por hacer uso de dinero entintado, según informó el Ministerio del Interior. Pero no es suficiente. Estas explosiones aumentan el clima de inseguridad que existe en el país –no lo ve el que no quiere-, aunque hasta ahora los golpes no han incluido lesionados ni muertes de gente inocente, salvo los dos delincuentes de esta semana en el Punta Carretas.
El último dato oficial, de mayo de 2018, indicaba que se llevaban robados un millón y medio de dólares. A esta altura la cifra es mayor, aunque no se sabe cuánto.
Lo que sí está claro es que el tema se ha ido de las manos y el Ministerio del Interior no termina de frenar los ataques, más allá de los anuncios. Empezó 2019 y ya vamos dos robos. ¿La lista seguirá creciendo? ¿Se llegará a un entintado completo de todos los cajeros? ¿Servirá eso para algo? Demasiadas preguntas y pocas respuestas.
El riesgo es que siga creciendo la espiral de violencia así como la fuerza explosiva de estos ataques (el episodio del shopping es una clara señal) y que los bancos ya no sean los únicos afectados. Es hora de que esto termine ya, por el bien de todos.
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