La culpa es de las canciones. Porque son ellas las que permanecen. Las que la gente recuerda, y las que hacen que se genere una conexión entre el escucha, la canción y el intérprete. Son, por lo tanto, las canciones las que hacen que Los Olimareños, como un cometa, pasen cada unos 10 años por los escenarios uruguayos, y se vayan. Hasta que las canciones, y la gente, y la memoria, y el dinero, y las ganas de volver a tocar uno al lado del otro hacen que se produzca de nuevo el fenómeno.
Cada vuelta del dúo formado por Braulio López y Pepe Guerra no deja de ser un acontecimiento, y esta vez, avisan, hay que tener cuidado, porque el tiempo sigue avanzando y ya tienen 75 años, en el caso de Guerra, y 76, en el de López, así que quizá sea la última.
¿Cuál es la motivación para regresar ahora?
Pepe Guerra. La gente, como siempre, claro. La presión de la gente. La culpa es de las canciones, que han permanecido. Ha sido casual, no planeamos volver cada 10 años. Y nos pasa de querer volver a tocar con el otro, se extraña, es mucho tiempo.
Braulio López. Siempre está latente la idea. A veces uno hace un mandado y la gente te pregunta: “¿Cuándo se juntan de vuelta?”. Es una pregunta constante. Hasta los adolescentes, que te dicen: “Mi padre los adora, ¿cuando se juntan?”. Para mí es una alegría, es muy reconfortante ver que lo que uno planteó durante tanto tiempo fue algo bueno. Que quedó en la memoria colectiva y en el alma de la gente, como la obra de otros artistas queridos que ya no están físicamente. Y nosotros tenemos también una responsabilidad, por haber pertenecido a esa generación, que fue un volcán que estalló en los 60, en todas las expresiones culturales. Es reconfortante pero una responsabilidad también.
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Aunque entre 2019 y 2021 se cumplen los 50 años de la publicación de una tríada de discos que se cuentan entre las producciones seminales de Los Olimareños –Nuestra razón, Cielo del 69 y Todos detrás de Momo–, el espectáculo de marzo no estará regido por ningún álbum en particular, sino que será un repaso por toda la trayectoria del dúo, con la ventaja de que el repertorio es tan amplio que Guerra advierte que será distinto en comparación con las presentaciones anteriores. Los clásicos estarán, aunque se les puede escapar alguno al momento de armar la lista. “Es difícil armarlo porque son muchas canciones, pero la gente es tan buena que permite todo”, dice.
De Treinta y Tres a Montevideo. De ahí a Argentina y Chile. Forzados por el exilio, movidos por las propuestas, siguieron España, Alemania, Suecia, la Unión Soviética. Las canciones interpretadas por López y Guerra sonaron en varios puntos del planeta, y se erigieron como dos de los representantes más insignes de una generación que marcó un quiebre con respecto a la música popular uruguaya.
Para él, si bien es importante que se rescate a figuras como Amalia de la Vega, que con el centenario de su nacimiento será eje de varios homenajes en 2019, hay otras figuras, como la de Sampayo o Rodríguez Castillos, con las que aún hay una deuda. Porque fue con su impulso que se logró crear la corriente uruguaya.
“Siempre está latente la idea. A veces uno hace un mandado y la gente te pregunta ‘¿cuándo se juntan de vuelta?’. Es una pregunta constante”
Braulio López
Si se miran entrevistas a Guerra y López en sus inicios, constantemente repiten la importancia de desligarse de lo comercial y de lo argentino. En una charla con Daniel Viglietti publicada por Marcha en 1970, López recordaba: “Cuando fuimos a grabar el segundo disco nos decían: ‘Ustedes tienen que comercializarse más, grabar cosas argentinas’”.
“Nos pasa de querer volver a tocar con el otro, se extraña, es mucho tiempo”
Pepe Guerra
Otro leit motiv que repetían en aquellos años era el de la misión de los músicos populares: la necesidad de tener una conexión con los personajes retratados en las canciones, de conocer los problemas reales de la sociedad para cantar sobre ellos. “Eso se mantiene”, dice Guerra. “El compromiso con la gente, para tratar lo que vive la gente cotidianamente, sobre todo los de abajo, porque parece que estamos condenados a que siempre haya pobrerío. Creo que el cantor siempre tiene que ser comprometido, aun cuando las cosas estén mejor, siempre tiene que estar comprometido con los de abajo”.
López señala, por su parte, que aunque haya cambiado de nombre y de cara, la música popular sigue viviendo y renaciendo a cada momento, sea rock, cumbia o el género que sea. “Y eso también reconforta, porque uno junto a otros artistas fue durante mucho tiempo constructor de eso. Ver que se mantiene, que el proyecto fue retomado, es reivindicativo”.
PG. Algo muy especial, que duran y parece que no se van a terminar. Y son de los mojones que quedaron en la gente. Me parece que tiene mucho que ver el repertorio. Haber tenido la suerte de conocer a Víctor Lima o a Ruben Lena, todo lo que generaban esos dos personajes para la canción, que en aquel tiempo no la teníamos.
BL. Son todo. Porque están metidos en mi vida. Yo aprendí a caminar con Los Olimareños. A tener un concepto del arte, del canto, de la responsabilidad, la militancia a través del canto. Fue un formador de una esperanza, de proyectar las cosas para el bien de la gente. Con responsabilidad, diversidad y respeto a la diversidad. Como tiene que ser, para poder construir. La construcción a través del arte es la verdadera, porque es un conocimiento que viene desde la práctica, algo que para mí es fundamental.
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