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De la razón y la pasión

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17 de junio de 2019 a las 18:00

La política y el deporte son disciplinas totalmente diferentes y por lo tanto las expresiones; conductas y acciones de identificación; satisfacción y respaldo de quienes las practican debieran ser diferentes.

No obstante podemos cotejar en forma constante que muchos individuos que se sienten identificados con partidos políticos parecen ser mas “hinchas” que “votantes”.

El “hincha” es aquel que ha adoptado una pasión singular por un determinado club deportivo, por la atracción de sus colores, de su historia, su gloria deportiva o por herencia sentimental transmitida por un familiar cercano, y es ese “hincha” el que libera su pasión y alegría con los éxitos deportivos de su club y se hunde en su amargura cuando esos resultados son negativos.

Más allá de cuantas alegrías y tristezas se pudieran alcanzar, el éxito o la derrota tiene la limitante del momento, es decir, sea cual sea el resultado de un partido o de un campeonato, el individuo seguirá con su vida, su trabajo, su familia, sus responsabilidades, sus deberes, compromisos, etcétera, sin que aquello influya en su vida particular. 

El “votante” es aquel que ejerce el voto, que es el acto por el cual un individuo expresa su apoyo o preferencia por cierta moción, propuesta, candidato, o selección de candidatos durante una votación, de forma secreta o pública pero razonada; siendo este un método de toma de decisiones en el que un individuo o grupo, tal como una junta o un electorado, trata de medir su opinión conjunta.

Hasta el momento es conocido como el método más efectivo en todos y cada uno de los sistemas de gobierno que se basan en la democracia. Gracias a este, se pueden tomar decisiones importantes de manera equitativa y haciendo valer el punto de vista de cada persona.

En la naturaleza, el hombre es el único animal con capacidad de espíritu y de razón, la que es utilizada por el ser humano para discernir, evaluar, analizar y ejecutar las decisiones que pudieran corresponder.

En resumen, mientras la acción del “hincha” responde solamente a estímulos pasionales, la del “votante” responde a procesos razonados, analizados y estudiados.

Desde la vuelta a la democracia y para captar mayor caudal de simpatizantes, la izquierda uruguaya basó su estrategia haciendo énfasis en ofrecer y proponer mayor calidad de gestión de las empresas públicas y del Parlamento, en la transparencia y la imposibilidad de corrupción entre sus integrantes, autoconsiderándose un bastión inexpugnable donde vicios como la corrupción no tendrían cabida. Basta recordar los dichos del Dr. Vázquez cuando decía: “Podemos meter la pata, pero no la mano en la lata”. O de Raúl Sendic: “Si es de izquierda no es corrupto y si es corrupto no es de izquierda”.

Pero hagamos uso de nuestra memoria.

No comenzó bien el siglo XXI para los uruguayos, la crisis financiera más profunda vivida históricamente por el país nos golpeó muy fuerte en 2002, empujando a que muchos se sintieran desmotivados, desesperanzados, descreídos, a pesar que el país ya en 2003 mostraba pequeños signos de recuperación que se consolidarían al año siguiente.

Cerca estaba la elección nacional de 2004 y en esa oportunidad la mayoría de los uruguayos le confió al Frente Amplio, no solo el gobierno por cinco años, sino una mayoría parlamentaria que muchos entendían ayudaría a consolidar la estrategia de gestión que transformaría al país.

En el primer período de gobierno frenteamplista, el oficialismo intentó convencer a los uruguayos sobre una refundación del país. Prácticamente cada paso que el gobierno daba, lo plasmaba como un acontecimiento histórico jamás vivido en el país para su beneficio. 
Como expresé anteriormente, en 2003 el país daba señales de reactivación. Pero el gobierno –contando con mayorías parlamentarias, apoyo incondicional de los sindicatos (PIT-CNT) y el silencio aportado desde la población– realizó la tan mentada reforma impositiva, que terminó castigando el ingreso de los trabajadores (IRPF); el de parte de la masa de los jubilados (IASS) sin dejar de lado la rentabilidad de las empresas en Uruguay, principalmente la de las pymes.

Asimismo, algunas leyes votadas fueron consideradas inconstitucionales y otras debieron ser disfrazadas a los efectos de que no fueran definidas como tales por la Suprema Corte de Justicia. Tal lo acontecido en la aprobación del IASS como en la Ley Interpretativa de la Caducidad (aprobada en Parlamento y reafirmada en dos plebiscitos por la ciudadanía), esta última pretendida ser derogada por la precandidata Carolina Cosse en caso de ser electa presidenta.

En la elección de 2009 y ya viviendo la coyuntural bonanza histórica experimentada en Uruguay (explicada fundamentalmente por el alto precio de los commodities) se desarrollan las elecciones nacionales. Esta vez triunfó José Mujica, también con mayorías parlamentarias.
Un período de gobierno que se asemejó más al de una monarquía, ya que los proyectos y “caprichos” nacidos en la mente del monarca se llevaban a cabo sin demasiada planificación o análisis, manifestándose esto no solamente en el plano local sino en el internacional, por ejemplo manipulando hechos para la inserción de Venezuela en el Mercosur o siendo cómplices en la creación de institutos regionales que solo reflejaban una afinidad ideológica y que nada aportaban al país dentro del aspecto económico o de desarrollo.

Las gestiones y negocios realizados por el gobierno de la administración Mujica no pueden llevar otro calificativo que deficientes. Recordemos que en ese período Uruguay quedó sin su aerolínea de bandera (Pluna) y tras un pésimo negocio el perjuicio para el Estado se estimó en más de US$ 300 millones; Ancap, que tras una pésima gestión debió ser capitalizada en US$ 2.000 millones; juicios millonarios contra el Estado uruguayo todavía en curso; el proyecto Aratirí; la regasificadora; Alas U; las pérdidas millonarias en el Fondes por proyectos que fueron a la quiebra; el puerto de aguas profundas, sin ahondar en los turbios negocios con Venezuela en los que además se constató la intervención de “amigos y familiares” de quienes ostentaron la presidencia en los últimos períodos. 

Pero como decía al comienzo, parece ser que los “votantes” se transformaron en “hinchas” y al elegir opciones de gobierno no reparaban en gestiones, conductas, resultados, transparencia, ni tampoco eran tan severos como lo eran antes del año 2000, cuando les era fácil etiquetar a los individuos como corruptos. A pesar de los fracasos; explosión de casos de corrupción; malos negocios; pésimas gestiones y conducciones inadecuadas, en 2014 volvimos a tener elecciones y nuevamente el triunfo se le concedió al Frente Amplio con mayorías parlamentarias.

Atrás quedaron las leyes votadas con vicios de inconstitucionalidad y diversos procesamientos como los de Juan Carlos Bengoa; Orestes González; Juan Kardjian; José Luis Antúnez y Gustavo Dalmonte por el caso Casinos; o el de Leonardo Nicolini por el fraude de los faxes falsos; o las comisiones investigadoras negadas por el oficialismo y solicitadas para aclarar diferentes hechos o acciones; la desaparición de 350.000 euros del Tesoro del BROU frente a cámaras de seguridad nunca aclarado; el ingreso a la Administración de familiares de jerarcas; el caso de la empresa de limpieza Clanider S.A. –propiedad del entonces senador Fernández Huidobro– con sobrefacturación en el hospital Maciel; las denuncias realizadas contra la administración de ASSE y la condena de Alfredo Silva cuando formaba parte del directorio de este instituto por conjunción del interés personal y público, etcétera, etcétera, etcétera.

En ese año nuevamente la ciudadanía volvió a otorgarle al Frente Amplio el gobierno y las mayorías parlamentarias. 

En este período el presidente Vázquez quedó sin su vicepresidente, quien renunció a su cargo después de las denuncias presentadas por la comisión investigadora de Ancap, que elevó a consideración del Senado su pase a la Justicia. Fue votado por los partidos de la oposición con la fuerte negativa de la bancada oficialista. Si bien la Justicia procesó a Raúl Sendic por abuso de funciones y peculado, el Plenario del Frente Amplio solo suspendió sus derechos, inhabilitándolo por el período electoral. 

Asimismo, el Tribunal de Conducta Política del Frente Amplio suspendió a Leonardo de León (director de ALUR) por múltiples actos indebidos en perjuicio de ALUR y del interés y patrimonio públicos, a pesar que su causa fuera archivada por el fiscal Luis Pacheco por entender que ALUR desarrolla actividades en el ámbito privado y no el público. 

Los procesamientos de Fernando Lorenzo y Fernando Calloia por el caso Pluna y el ultimo del diputado Placeres por Envidrio también forman parte de la larga lista de jerarcas oficialistas procesados por la Justicia, que contaron además con el respaldo y apoyo incondicional frenteamplista y que hasta el presidente Vázquez reafirma al decir que han actuado “de buena fe”. 

Sumado a todo lo comentado anteriormente, el déficit fiscal roza el 5% (mayor en los últimos 30 años); el desempleo se incrementa en forma alarmante; las empresas continúan cerrando y la inversión se desploma. Esto sin tomar en cuenta que Uruguay se estanca en educación y condena su desarrollo económico, según índice del Banco Mundial (ver El Observador del 11 de octubre de 2018); la inseguridad ya es un factor crítico en toda la sociedad; la salud es ineficiente y además la reforma impositiva impulsada por el gobierno en 2007 y sus modificaciones han puesto de manifiesto la inviabilidad de todo proyecto empresarial, la imposibilidad de capacidad de ahorro particular a todo nivel y la conclusión de que el producido del esfuerzo y el trabajo se vuelca en mantener un Estado caro, ineficiente y pesado, que no aporta beneficio alguno a los contribuyentes.

En pocos meses tendremos la oportunidad de volver a las urnas para elegir o decidir por el modelo de país que más se adecue a lo que pretendemos, por una forma de vida que nos permita desarrollarnos y realizarnos como personas y como sociedad.
Considero que el conseguirlo será el resultado de un proceso razonado como “votante” en forma responsable, con la más absoluta libertad de pensamiento, ejercitando el análisis y la autocrítica que corresponda, con compromiso y convencidos de que nuestra decisión involucra nuestro futuro y el de las generaciones que nos sucedan a los efectos que puedan realizarse a partir de bases solidas, de valores, de formación, educación y trabajo, en vez de responder como “hinchas” dando rienda suelta solo a las bajas pasiones. 

Por último, seamos conscientes de que el reconquistar valores, corregir un camino equivocado; ver plasmadas las expectativas que tengamos, necesitan de un tiempo de trabajo. Recordar que si hoy se tiene esperanza, mañana en caso que se consolide lo pretendido, debemos ser pacientes y tolerantes, ya que la realidad no es simple ni sencilla. Al menos dejemos de lado las entelequias y más aún los dogmatismos y fanatismos ya que tal y como dijera Artigas, “nada debemos esperar sino de nosotros mismos”.

Daniel Hosman Benedetti
 

 

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