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Entre la vaca les gana y el yacimiento de Vaca muerta

Entre la vaca les gana y el yacimiento de Vaca muerta: escribe Eduardo Blasina
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10 de diciembre de 2023 a las 05:00

Cada año la temperatura del planeta sube un poco más y así este año será récord de temperatura y será recordado como el primer año en el que la temperatura del planeta superó la anomalía de 2º C que los especialistas en atmósfera y clima imploran -por el bien de nuestros nietos- no se cruce.  Ya estamos allí desde setiembre de este año. La causa se sabe es simple: emitir gases de un lado y talar selva por otro Y en ese contexto la ganadería de muchos países es cuestionada: emite gases y tala selva.

Por eso cada año se realiza una conferencia de las partes, este año en su edición 28 para encontrar formas de bajar las emisiones, dejar de usar petróleo, proteger las selvas y evitar el colapso de la civilización, que por ahora sigue literalmente “en el horno”.

Uruguay es una excepción en el continente: no tala selva y aunque sus vacunos claro está emiten metano como todos los rumiantes, trabaja activamente en reducir esas emisiones a través de la investigación de INIA entre otras. También trabaja en optimizar las capturas de carbono a través de distintos sistemas de pastoreo. Pero el resto de las Américas hace ganadería o talando selva (casi toda América del sur y central) o está radicada en países que son fuertes productores de petróleo (México, EEUU y Canadá).

Los consumidores bien informados del mundo, los de alto poder adquisitivo, los que pueden pagar por la carne que Uruguay intenta diferenciar, ya saben que los vacunos emiten metano. Saben que el metano calienta 80 veces más que el dióxido de carbono. Tal vez sepan que se degrada antes que el CO2 y por eso en la equivalencia aceptada por la ciencia ese 80 pasa a ser 20 a 1. Y saben que las motosierras avanzan por América Latina derribando árboles, nidos, tucanes y cuanto bicho haya para que los cebúes pasten algo sembrado una vez que la vegetación nativa. Por eso la ganadería es cuestionada

La defensa de la ganadería americana en la COP 28 se hace a través de un documento que no propone que el énfasis se ponga en el petróleo, ni propone dejar de talar selva. El documento Ganadería Bovina y cambio climático en las Américas, hacia modelos de desarrollo bajos en carbono nunca menciona la menor intención de dejar de deforestar o de explorar vías de reducción de las emisiones de metano. Más bien apunta a quienes estén preocupados por estos temas.

“En el caso de la ganadería en las Américas, dos programas deben ser motivo de preocupación futura: uno que apunta a penalizar la deforestación de bosques nativos (Diligencia Debida), y otro a penalizar las emisiones de carbono en la producción bovina (Ajuste de Carbono en Frontera). Aunque no hayan entrado plenamente en vigencia todavía, seguramente lo harán en un tiempo cercano.”, afirma el documento que la ganadería de las américas ha presentado.

Es decir, según este intento de defensa de la carne no debe preocupar que se tale selva manchando el buen nombre de la ganadería pastoril, ni debe preocupar intentar de emitir menos. Sino que debe preocupar que haya “programas” que cuestionen el talado de selva o las emisiones. ¿Qué pensará de ello un consumidor japonés o danés? Encontrará muy diferente esta defensa de la que hizo el sultán de Dubai que dijo que no está científicamente demostrado que la quema de petróleo cause cambio climático?

La ganadería uruguaya tiene que despertar a la amenaza importante que significa el calentamiento global para nuestros nietos en su vida cotidiana y para la pecuaria como actividad que -nos guste o no nos guste- genera emisiones de metano y arriesga a ser despreciada por los consumidores como si se tratara del consumo de petróleo o gas.

Si la humanidad no deja de usar carbón, petróleo y gas y no deja de talar selvas simplemente colapsará. Se trata de física y química, no de ideología.

Uruguay no extrae petróleo, ni carbón ni gas, ni tala bosques para hacer ganadería. Es el único país de América que puede decir eso. Brasil está por entrar a la versión ampliada de la OPEP, la llamada OPEP+,  los países exportadores de petróleo. Argentina está apostando a los yacimientos de hidrocarburos de Vaca muerta. Brasil ha talado y algo menos pero sigue talando selva. Lo mismo los demás países del Mercosur -próximamente ampliado con el ingreso de Bolivia-.

EEUU exporta petróleo igual que Canadá y México. Uruguay tiene a matriz energética más renovable del continente.

Pero a la hora de defender a la carne en la COP 28 vamos junto a los que talan selva y siguen extrayendo petróleo. Y el argumento que adoptamos es el de tratar de cambiar la métrica, la línea de trabajo de los que buscan ganar en la liga sin hacer goles en la cancha.

Uruguay es distinto, pero a la hora de defender su carne, va formando parte de un grupo en el que se busca justificar lo que para los consumidores nunca será justificable.

Más que una defensa el documento es una confesión de culpas.  “Es común atribuirle a la ganadería bovina la deforestación de bosques nativos. De hecho, ha existido una correlación entre ganadería y desmonte en Brasil, Paraguay y Colombia. Pero el desmonte en los casos de Argentina y Bolivia están más bien vinculados a la producción de soja y otros cultivos”. Es decir que sí, la ganadería deforesta, pero en Argentina un poco más deforesta la soja y en Bolivia tal vez un poco más otros cultivos que mejor ni mencionar. ¿Es eso una defensa?

Más adelante indica que “es menester concebir esos impactos como una contraprestación inevitable a la producción de nutrientes esenciales para la alimentación.”  La admisión del impacto se hace explícita y se la llama “inevitable”. Como si fuera inherente a producir carne talar selva.  Eso parece una invitación a buscar esos nutrientes en fuentes alternativas como el pollo, cuyo consumo crece incesantemente y que no tiene vínculo ni con la deforestación ni con la emisión de metano. No es algo que vaya a ocurrir en el futuro, es algo que ya pasa en muchas partes del mundo, y sí, también está pasando en Uruguay donde la carne de pollo y cerdo desplazan persistentemente a la carne vacuna.

Duele leer ese documento cuando la defensa de la ganadería uruguaya es tan simple. Cero deforestación, matriz energética renovable y trabajo incesante por más carbono en los suelos, más árboles en los pastizales nativos para silvopastoreo, más y más produtores haciendo distintas variantes de pastoreos racionales, producción en convivencia con la vida silvestre de los pastizales nativos que todavía son la mayoría de nuestro territorio y el esfuerzo denodado por emitir menos metano de investigadores y productores. Y todo trazado, verificable  y que  sea medido como la ciencia diga.

En el sultanato de Dubai la defensa de la ganadería de las Américas va en otra dirección. Debemos emprender el camino propio si queremos que la vaca le gane al escepticismo de los consumidores de este siglo.

Como nadie en el continente nos puede acompañar en “cero energía fósil, cero deforestación” porque quieren seguir deforestando y sacando petróleo, hemos decidido acompañarlos en una estrategia que se pone a revolver decimales de indicadores y podrá obtener alguna victoria pírrica en el sultanato de Dubai pero que a una madre escandinava o coreana o japonesa nunca le resultará aceptable.

Planificar la electrificación o el uso de hidrógeno en los fletes. Trabajar en resolver los problemas en lugar de eludirlos. Mostrar la investigación que se hace, promover las técnicas que ya se conocen, mejorar las mediciones del carbono capturado, acerlerar las revoluciones tecnológicas que sean necesarias para hacer una ganadería carbono neutral es la vida o la muerte de la carne.

Pero nada de eso es de interés de otros países del continente a los que estamos acompañando que seguirán pretendiendo un libre comercio que garantice el derecho a destruir la vida silvestre que el mundo reclama con urgencia restaurar.

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