Europa hace una apuesta clave por la biodiversidad

La ley establece como objetivo de restaurar para 2030 al menos el 20% de las áreas terrestres y marítimas de la UE, lo que ahora deberá ser ratificado por los Estados miembros.

Si consideramos las áreas de campo natural y de monte nativo de Uruguay, ya estaos muy por encima de esa proporción. Algo que se complementa por una matriz energética mucho más renovable que la mayoría de los países europeos, diría que todos a excepción de Dinamarca.

El biólogo estadounidense Edward O Wilson, en una de sus últimas obras planteaba que para garantizar la supervivencia de la humanidad era necesario llegar a un pacto por el cual usáramos para la producción de alimentos y fibras, así como para las ciudades un 50% de la superficie planetaria y que dejáramos silvestre la otra mitad.

Es un objetivo ambicioso, pero que nuestro nietos agradecerían. Y se complementa con la necesidad de detener la tala de selvas, un proceso en el que finalmente Brasil se ha comprometido y que puede abrir las puertas a un acuerdo Mercosur Unión Europea este 7 de diciembre.

Uruguay debería organizar una excursión con los europeos negociadores a lo del Pepe Dutra, allí en el maravilloso cerro Batoví de Tacuarembó. Allí este 15 de noviembre se realizará la celebración del día del campo natural, que en rigor se cumple este 11 de noviembre, pero tuvo que ser suspendido por las lluvias que El Niño ha traído.

Allí los europeos podrían ver un pastoreo racional, árboles sumando carbono capturado al que capturan las pasturas bien manejadas como ha demostrado el proyecto Ganadería y Clima de FAO y Euroclima, que apoya el bloque. Pero además podrían ver una nueva etapa del silvopastoreo con leguminosas nativas, Angico, Ibirá Pitá que aportan nitrógeno a los suelos bajando costos de fertilización y huella climática y estimulando aún más la captura de carbono. Eso además da sombra o sea que se refresca el planeta y los vacunos que pastan allí. 

La biodiversidad da la impresión que está creciendo en los campos de Uruguay. La cultura de que “todo bicho que camina va a parar al asador” va siendo sustituida por la de todo bicho que camina va a parar a una cámara trampa que hace videos o  a una foto que se comparte por whatsapp.

La ley de restauración de la naturaleza de Europa es además una oportunidad porque los europeos aceptan restringir su producción, pero también un compromiso porque comprarán solo a aquellos que sean exigentes con sus propios sistemas productivos.

A menos de un mes de que se pueda firmar un histórico acuerdo con la Unión Europea el proyecto de llenar de edificios la Punta Ballena es especialmente inoportuno. Además de su valor paisajístico único a punto de arruinarse, la Ballena es un lugar muy valioso de biodiversidad, especialmente de cactus, aunque no solo. Las costas son de las zonas más vulnerables ambientalmente. El monte psamófilo, de plantas adaptadas al salitre, los vientos fuertes y los suelos con poca materia orgánica, una maravilla que sobrevive aisladamente en un pedacito de Punta Negra  y con más abundancia de José Ignacio al Este, está permanentemente amenazada por la voracidad inmobiliaria que no está dispuesta a dejar nada silvestre a su paso. Sin entender que a la larga lo silvestre, justamente por ser cada vez más escaso, va a ser lo más valorizado.

Ojalá se esté todavía a tiempo de no ir a contramano de la historia y se pueda tanto preservar la Ballena silvestre como concretar un acuerdo de libre comercio con la Unión Europea, que sería clave para varios sectores de la economía uruguaya, pero que además, nos daría un sacudón cultural en materia de cooperar para restaurar la naturaleza.