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Gobernar con las luces largas (1)

Es necesario el esfuerzo de toda la sociedad, incluyendo a los poderes y las políticas públicas, para coordinar acciones hacia objetivos claros y concretos
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28 de marzo de 2024 a las 05:01

En la columna anterior dijimos que el mapa del mundo cambia según la mirada. Si se mide sólo el desarrollo económico, el mundo se ordena de una manera, con USA y China a la cabeza. Pero si se consideran todas las dimensiones que hacen al desarrollo integral de los países, el mundo es bien diferente. Y concluíamos que, considerando los cambios fundamentales a realizar en los países para avanzar de manera equilibrada en todas las dimensiones del desarrollo, entonces hoy “todos los países son países en desarrollo”.

Desde una perspectiva integral, consideramos las tres dimensiones clásicas -económica, social y ambiental- de manera conjunta y equilibrada, y agregamos la dimensión cultural en su más amplia concepción. A la luz del tamaño y la profundidad de los cambios necesarios para ir hacia sociedades más desarrolladas y sostenibles, estos no pueden quedar librados al azar.

Es necesario el esfuerzo de toda la sociedad, incluyendo a los poderes y las políticas públicas, para coordinar acciones hacia objetivos claros y concretos. Y ese esfuerzo no puede ser una acción aislada, debe tener continuidad en el tiempo. Hay cambios que requieren varios periodos de gobierno y acuerdos políticos que aseguren su concreción.

Esto nos lleva al convencimiento de la necesidad de trabajar con las luces largas. Es decir, que la sociedad y los poderes políticos se acostumbren al hecho de pensar en términos de largo plazo,  poniendo la mira en el horizonte y trazando líneas desde hoy, para obtener esos objetivos.

La gran mayoría de los países que tienen altos niveles de desarrollo transita por estos caminos. Ya sea a nivel ejecutivo o legislativo -y en muchos casos en ambos- esos países piensan en el largo plazo y planifican su futuro. Esa planificación, denominada como indicativa, determina la dirección de las políticas públicas a todo nivel e indica al sector privado cuáles son los caminos que un país va a recorrer en las diferentes políticas.

Para el sector público, este hecho transparenta los objetivos del país, obliga al Estado a orientar sus políticas en función de esos objetivos y ayuda a la concreción de alianzas políticas entre partidos para dar sostenibilidad a los cambios en cada área, abriendo las puertas para tener políticas de Estado potentes.

Para el sector privado, las reglas de juego claras, los objetivos definidos de manera más transparente, el conocimiento de los mismos y su permanencia en el tiempo, brindan más certidumbre en las políticas de mediano y largo plazo de las empresas.  De este modo, con mayores niveles de confianza y credibilidad, se contribuye a mitigar riesgos y por lo tanto a facilitar inversiones privadas alineadas con los objetivos del país y con una larga perspectiva.

Todo esto requiere de una institucionalidad pública al más alto nivel, con permanencia en el tiempo, acuerdos políticos de mediano y largo plazo, y diálogo permanente y ejecutivo con toda la sociedad.

Existen valiosos antecedentes de esto en nuestro país a nivel institucional. En la década de los 60’s, la Comisión de Inversiones y Desarrollo Económico (CIDE) liderada por el Cr. Enrique Iglesias, elaboró un Plan Nacional de Desarrollo Económico y Social.

En su preámbulo dice: “Si algún mérito aspira lograr este plan, es el de haber sido una primera tentativa integral de pensar el país en su futuro económico y social como un todo y para responder a las aspiraciones de su comunidad, y considerando su potencial productivo. Aparte de la lectura de sus textos, deberá recogerse una impresión ampliamente optimista del futuro del país, basada en la enorme productividad que podría tener para su pueblo, la realización de un esfuerzo colectivo y ordenado alrededor de un pequeño núcleo de objetivos comunes.”

En la CIDE trabajaron una gran cantidad de jóvenes profesionales, entre otros Danilo Astori, Celia Barbato, Valentín Arismendi, Alberto Bensión, Alberto Couriel, Ariel Davrieux, Luis Faroppa, Martha Jauge, José Gil Díaz, Samuel Lichtensztejn, Juan Pablo Terra, Alejandro Végh Villegas, José Claudio Williman, Israel Wonsewer y Ricardo Zerbino.

En alguno de los Informes de la CIDE está presente la mirada de largo plazo de Wilson Ferreira Aldunate, quien en su rol de ministro de Ganadería y Agricultura de la época, dirigió el capítulo agropecuario que recomendó un conjunto de importantes leyes.

Danilo Astori recordaba que tuvo con Wilson una intensa relación de trabajo que le resultó de gran importancia e influyó decisivamente en su formación. Astori trabajó en la Oficina de Programación y Política Agropecuaria (OPYPA), una de las nuevas estructuras creadas por aquellos años y que se integró con los trabajos de la CIDE.

En la próxima entrega seguiremos comentando sobre otros antecedentes institucionales con mirada estratégica de largo plazo en nuestro país.

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