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Los narco hipopótamos

Los narco hipopótamos: escribe Eduardo Blasina
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26 de noviembre de 2023 a las 05:00

Los narcos pueden comprar cualquier cosa. Con dinero casi ilimitado y ningún prurito ético, si se proponen comprar algo tienen todo para sortear las barreras que se interpongan entres sus deseos o necesidades y el objeto deseado.

De modo que en su momento Pablo Escobar decidió que quería tener un zoológico y entre otros animalitos compró tres hipopótamos, un macho y dos hembras. ¿Quién le vendió los hipopótamos? Pues un zoológico de EEUU.

A la familia de hipopótamos Colombia  les sentó muy bien y así fueron felices y se empezaron a multiplicar. Sobrevivieron a su dueño y se convirtieron hasta ahora en 160 hipopótamos.

Como es sabido este animal es originario de África, no de América. Aunque podría decirse que se parece bastante a un cerdo gigante, evolutivamente los parientes más cercanos de los hipopótamos son las ballenas, de las que se separaron hace unos 60 millones de años, poco después de la extinción de los dinosaurios.

Comparten con las ballenas su gusto por el agua, pero a diferencia de ellas son anfibios, alternan el agua con las orillas. De ahí su nombre científico, Hippopotamus amphibius.

El asunto es que los hipopótamos de Escobar se han convertido en un problema ecológico grave para Colombia. “Los ríos americanos no están preparados para resistir los revolcones de estos animales que cuando adultos pesan unos 4.000 kilos”,  me cuenta uno de los biólogos encargados de resolver este problema que recuerda a una novela de García Márquez.

Tras la muerte de Escobar los hipopótamos escaparon del narco zoológico y se han desparramado por una zona todavía bien delimitada.  Aunque son animales bastante peligrosos para quien quiera acercarse a ellos, algunos pobladores de aldeas los han adoptado como mascotas. Pero en esas zonas rurales otros problemas surgen. “A veces los niños tienen que volver a sus casas cruzando un puente sobre un arroyo, y si los hipopótamos están ahí los pequeños no se animan a cruzar y deben quedarse a dormir en las escuelas”.

Por otro lado, en otros lugares ya se ha organizado un negocio turístico, porque ver un hipopótamo suelto no es cosa de todos los días, así que ya hay tours para avistar los hipopótamos.

Si estas poblaciones se diseminan por las selvas de América será un desastre advierten los biólogos, que entienden no hay otra opción que matar a todos y cada uno de los animales.  Devolverlos a África no es una opción pues serían una amenaza para las poblaciones nativas, pero la opinión científica ha encontrado un escollo. Los animalistas han puesto el grito en el cielo ante la posibilidad de matar a los animales, a los que consideran sujetos de pleno derecho. Como son animales carismáticos para el gobierno colombiano matarlos sería algo con un impacto negativo en la opinión pública.

Otro problema sería que hacer con los animales muertos porque por su gran tamaño no es sencillo disponer de esas 4 toneladas. La carne no es apetecible. Otro aspecto en debate es como hacer una eutanasia para los hipopótamos.

En el medio de este debate, me cuentan, un político ha propuesto exportarlos al norte de México donde hay una propuesta de  hacer un gran zoológico de hipopótamos, pero la sospecha de que el dinero comprador pueda tener el mismo origen que el de Escobar o Marset ha llevado a que se descarte la idea.

Mientras la decisión se demora y los científicos negocian con los animalistas, los animales se siguen reproduciendo y el riesgo de que se adentren en zonas impenetrables de selva siguen aumentando. “Hemos acordado matar a algunos y castrar a otros” pero la justicia todavía no se expide, me cuentan, aunque finalmente esta semana han comenzado las esterilizaciones.

Más allá del realismo mágico de esta historia colombiana, dos aspectos me parecen importantes de esta historia. Por un lado es una muestra más del poderío e impunidad de los narcos en nuestro continente. Escobar tenía además elefantes, jirafas y cualquier animal que se le ocurriera.

Por otra parte, las especies invasoras son un grave problema, de los tantos factores que dañan a la biodiversidad en todo el mundo, incluido Uruguay. Cuando una especie foránea llega a un ecosistema, éste no suele estar preparado para la estrategia del recién llegado. Especies que muchas veces se traen por su belleza, se convierten en un problema de resolución prácticamente imposible de resolver.  Tanto plantas como animales exóticos suelen volverse en invasores invencibles.

En Uruguay un caso emblemático es el ciervo Axis, grave depredador del monte nativo, pero tan bonito que una propuesta de matar a estos animales que recuerdan a Bambi generaría un coro de protestas que volverían en un monstruo ante la opinión pública a quien quisiera hacer lo que la ciencia dice que hay que hacer. Estos ciervos traídos por Anchorena para adornar nuestros campos tienen una población en crecimiento explosivo y serán un dolor de cabeza no solo para los montes nativos sino también para los cultivos.

Problemas tan aparentemente distantes como la pérdida de biodiversidad y el ascenso narco están más relacionados de lo que creemos. En Centroamérica los traficantes compran campos, muchas veces contiguos a las carreteras donde aterrizan las avionetas, eliminan las selvas para instalar una ganadería que se usa como pantalla al lavado y tiene un poder tal que si hay un incendio los bomberos solo pueden ir si tienen la autorización de este poder paralelo que no para de crecer.

Revertir el ascenso del poder del narcotráfico y el declive de la biodiversidad será una tarea de enorme complejidad que en el mejor de los casos llevará décadas solucionar, y es también un esfuerzo ante el que doblegarse sería fatal.

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