La última semana estuvo marcada por la fijación del partido clásico Peñarol-Nacional por el Torneo Apertura del Campeonato Uruguayo 2024, en medio de la crisis que genera cada paralización del fútbol por violencia. Esta vez, una segunda agresión, en cuatro fechas, contra un árbitro (le tiraron una piedra), volvió a poner el urticante tema en la mesa y dejó al torneo sin actividad durante cinco días.
El clásico se jugará el viernes próximo en el Campeón del Siglo porque así lo dispuso Peñarol, como locatario, y será sin hinchas de Nacional por sugerencia del Ministerio del Interior y porque se aplicó el sentido común de no exponer a los visitantes a esas maratónicas jornadas que implican salir, para un partido seis, siete y hasta ocho horas antes, para poder ingresar en medio de un operativo de seguridad que tiene más contexto de zona de guerra que de la vida de un país civilizado.
¿A vos te parecía correcto que para un clásico montaran burbujas de control de la magnitud que se realizaban? Y que, para colmo, en el último partido en el Gran Parque Central los hinchas de Peñarol violentaran el convoy que trasladaba a sus parciales e ingresaron a los ómnibus.
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