Economía y Empresas > Renovación

¿Cuánto tiempo se puede vivir de un éxito profesional?

Tres años duraría la inercia de un gran triunfo en el trabajo; luego hay que renovarse para no quedar caduco como profesional
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24 de julio de 2019 a las 05:02

Neil Armstrong tenía el mejor trabajo del mundo el 20 de julio de 1969, y además estaba la televisión para mostrarlo en directo a millones de personas... Para un ingeniero brillante y un piloto experimentado que participaba en la carrera espacial, pisar la Luna por primera vez era sin duda el mayor éxito profesional. Y aunque resulte espectacular, un gran triunfo como ese puede convertirse en un arma de doble filo. Por un lado, supone un incentivo motivador que te hace brillar, del que se puede estar orgulloso. Pero, por otro, implica un reto que puede llevar a la frustración.

Si ponemos el listón muy alto y alcanzamos objetivos extraordinarios, pasado un tiempo nos resultará casi imposible igualar la marca conseguida. Y es sabido que nadie puede vivir de las rentas eternamente, y menos aún en el ámbito profesional.

Ovidio Peñalver, socio director de Isavia, sostiene que “como mucho, y estirándolo en exceso, es posible vivir dos o tres años de un éxito laboral. Pero no más. Pasado este tiempo conviene renovarse, o nos arriesgamos a ser profesionales caducos”.

Andrés Pérez Ortega, consultor en estrategia personal, cree que “cuando un profesional consigue un gran éxito, a diferencia de aquellos que logran pequeños logros menores o parciales, obtiene una visibilidad muy grande que no se basa únicamente en lo que ellos aportan. El exitoso asume los logros del equipo. Y eso lo convierte en irrepetible, aunque podrá vivir (muy bien) de esa fama (conseguida por un equipo) durante un tiempo... hasta que se descubra que no solo depende de su magia”.

Añade que “la clave para mantener el prestigio logrado por un gran éxito es ser capaz de crear un método o un sistema que se pueda repetir. El exitoso debe ser conocido como el capaz de implementar una forma de hacer las cosas que transmita la idea de que no se debe solo a la suerte o a las ocurrencias que le vengan a la cabeza”.

Explica además que gran parte de la literatura de gestión se basa en historias de superación de personas que estaban en lo peor pero que lograron poner en marcha un negocio. “En el un está el problema, porque se tiende a convertir la anécdota en categoría, y el triunfo concreto, casual e irrepetible, en una fórmula mágica. Las circunstancias varían y puede que, incluso algo muy preparado, acabe en fracaso”. Según Pérez Ortega, cuando el éxito es muy llamativo “el exitoso parece adquirir cualidades sobrenaturales. Por eso vemos a cocineros dando conferencias multitudinarias sobre innovación o motivación. Llega un momento en el que el éxito convierte al especialista en generalista”.

¿Quién es imprescindible?

De la misma forma que rentabilidades pasadas no aseguran rentabilidades futuras, éxitos pasados no garantizan triunfos profesionales venideros. Cada vez más organizaciones aplican esto desde el principio, en los procesos de selección para captar el talento valioso y de alto rendimiento. Así, para los empleadores resultan cada vez más irrelevantes los éxitos pasados y también la forma tradicional en la que los vendemos. Cuando se busca empleo no conviene dedicar demasiado tiempo a esto. Y cuando uno ya trabaja en una organización no compensa obsesionarse con el hecho de ser imprescindible o insustituible.

Incluso si usted es un profesional de alto rendimiento y proliferan las prima donna en su compañía, debería preocuparse, porque ser una estrella laboral no le garantiza el puesto. Para algunas organizaciones, prescindir de ciertos profesionales estrella no solo no es malo, sino que supone una liberación. La convivencia con determinadas prima donna es un error para la organización, y su presencia es perjudicial para la gestión del equipo. Por eso a muchas compañías no les importa dejar marchar a estos profesionales.

 Ser muy bueno en algo no es para siempre. El gran experto de hoy, si no se recicla y reinventa, quedará obsoleto mañana. Así, el conocimiento de un verdadero experto que puede ser considerado como un profesional estrella no está solo en su cerebro, sino en el de muchas otras personas. Cada vez más, es necesaria la inteligencia compartida.

Nadie es imprescindible, y empeñarse en ser insustituible solo puede llevarle a la frustración. Pero es posible aspirar a una situación de utilidad, valor y poder que depende de cuánto se tiene de esencial para la compañía en la que se trabaja. La idea es que se puede alcanzar una posición central, porque no es lo mismo estar en el núcleo fundamental o en la periferia de la compañía. Es posible convertirse en un profesional crítico, difícilmente sustituible, cuyo trabajo es más significativo. Esto implica un compromiso más emocional y menos posibilidades de inseguridad laboral y agotamiento.

La posición de ese profesional que resulta determinante implica que éste posee recursos irreemplazables y críticos. Sin ellos, la compañía no podría desarrollar sus objetivos principales y su misión. 

Fuente: Expansión - RIPE

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