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Israel e Irán quedan mano a mano, aunque solo por el momento

Por ahora el mundo respira aliviado, aunque intranquilo respecto a lo que podría seguir. Y no se puede analizar este conflicto y su resolución sin el elefante en la habitación: Gaza
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23 de abril de 2024 a las 05:04

Con el ataque de Israel a Irán en la noche del jueves parece haberse zanjado el conflicto que por momentos estremeció a la opinión pública mundial. Durante algunos días hubo gente que me preguntaba si se venía la “tercera guerra mundial”; incluso algunos medios, apremiados en la carrera de los clics, también sucumbían al cebo efectista del titular.

No sé si la tercera guerra mundial, pero los riesgos de un gran conflicto regional de consecuencias impredecibles sin duda estaban allí. Ahora, después de los acontecimientos del jueves, todo apunta a una desescalada, una distensión de las hostilidades. Irán le bajó el precio al ataque de Israel sobre la región histórica de Isfahán y dice que no habrá ataques en represalia. Israel pasó su mensaje de que es capaz y está dispuesto a atacar a Irán en su territorio; a su tiempo, Irán mandó el suyo propio; y todo parece que quedará en lo que se llama una “salvada de cara”, es decir, en evitar ser humillado por el otro. No hay una gran conflagración global, no hay “tercera guerra mundial”. Por ahora.

Y digo por ahora porque esto es como el viejo chiste neoyorquino del tipo que cae de un piso 40 de un rascacielos y cuando va a mitad de camino, por el piso 20 más o menos, sale uno por la ventana y le pregunta desesperado: “¿¡Cómo estás!? ¿¡Cómo estás!?”

“Por ahora, macanudo”, le contesta el otro.

Esto es lo mismo. Con Netanyahu muy complicado en el frente interno –este sábado miles de israelíes volvieron a manifestarse en varias ciudades y a pedir elecciones anticipadas– y sin anunciar sus pasos a seguir tras los ataques, podemos esperar cualquier cosa, en una región, y sobre todo en un momento, en que un solo chispazo podría incendiarlo todo.

Pero nada de esto puede analizarse sin tener en cuenta el elefante en la habitación: la masacre de Gaza, donde ya han muerto más de 30 mil palestinos, entre ellos 12 mil niños, y hay un millón y medio de desplazados en medio de una destrucción sin precedentes desde la Segunda Guerra Mundial. Esto ha continuado a pesar de los innúmeros pedidos de un alto al fuego por parte de la comunidad internacional, lo cual día a día causa en todo el mundo una gran conmoción y en el Medio Oriente una gran indignación; por ende, desestabilización.

Es en este contexto que a principios de abril se produce el ataque de Israel sobre el Consulado de Irán en Damasco, donde murieron siete personas; algo a lo que es difícil encontrarle otra intención que la de extender el conflicto a toda la región. Luego vino la anunciada respuesta de Irán sobre territorio israelí, con misiles y drones que fueron interceptados por misiles de Estados Unidos y el Reino Unido, además de la propia y sofisticada defensa antiaérea israelí, conocida como la “cúpula de hierro”. Y ahora esta nueva réplica de Israel sobre Irán, a la que también podríamos calificar de contenida. Ojalá y ello no haya sido así solo por las presiones de Washington y Londres, sino porque Netanyahu realmente entiende que una escalada regional en este momento podría desatar el Armagedón.

Y finalmente están todos los factores de desestabilización que hemos visto en los últimos tiempos en Medio Oriente. Desde luego, el propio Irán, y su apoyo a las milicias extremistas chiíes, a Hezbollah en el Líbano y a los rebeldes hutíes en el Yemen, que es un factor de desestabilización de mucho cuidado en la región.

Pero no hay que olvidar que el Oriente Medio ha sido una región asediada desde siempre por las grandes potencias y los imperios. Ello más que nunca en los últimos dos siglos por la vertiginosidad de los acontecimientos a partir de la Revolución Industrial. Pero allí hoy y siempre las grandes potencias han hecho valer sus intereses sobre los infinitos recursos naturales de la región. Imponen su voluntad, sus ambiciones y hasta sus gobiernos títeres; para ello se valen de todo tipo de artimaña geopolítica.

Desde luego que Irán tiene sus aliados extremistas y desestabilizadores y los alimenta. Pero no es el único. Todas las grandes potencias tienen, por izquierda o por derecha, contactos y algo más con los grupos extremistas que operan en Irak, en Siria, en Yemen y otras partes. Se sabe, por ejemplo, que las fuerzas estadounidenses en Irak han tenido contactos con las milicias sunitas que operan en el país; y tras el atentado suicida -perpetrado en enero por una de estas milicias- que dejó más de 100 muertos en Irán, el primer ministro iraquí le pidió a Estados Unidos que sus tropas abandonasen el país. La respuesta del Pentágono fue: sí pero no. Las tropas norteamericanas, por supuesto, siguen allí; no se han ido a ninguna parte, ni se van a ir.

 Por eso son varios los factores (y los actores) de desestabilización en la región. De otro modo no se entiende que sea una zona plagada de guerras civiles. Son factores de desestabilización los de marras como también lo son las acciones de Turquía en el norte de Irak contra los kurdos, la invasión de Arabia Saudita en el Yemen, que ha creado un caos y destrucción inenarrables y ha recrudecido inmensamente la guerra civil; o el avance de Israel sobre los territorios palestinos en Cisjordania y toda la violencia que allí ha causado.

Todos son conflictos que vistos en su conjunto dan miedo; dan la idea de que algo en el mundo se ha roto y no tiene reparación. Pero hay que sentar las bases humanas y pacíficas para solucionarlos; de otro modo, los riesgos son enormes y, peor aun, la muerte ya está.

Hay que solucionarlos uno por uno. Todos. Empezando por Gaza que es ahora mismo el principal foco de desestabilización y muerte en la región y en el mundo.

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