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Todos miraron al Bicho y casi nadie al Toto

El gobierno precisa mejorar la imagen y los anuncios de obras son importantes, pero se hace difícil si los desaprovecha y los convierte en un “gol en contra”
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01 de diciembre de 2018 a las 05:01

Durante el invierno de 1984, todos los días hábiles a la hora 15, militantes blancos y agentes de seguridad parecían jugar al “gato y al ratón” en la Plaza Independencia. Sin banderas, tratando de mezclarse entre la gente que cruzaba la plaza, los nacionalistas procuraban confundir a los agentes, para que uno de ellos pudiera exhibir –durante algunos minutos– un cartel chico que decía “Liberen a Wilson”. Enseguida lo detenían y se lo llevaban.

Solo una vez, cuando la esposa y la hija de Ferreira fueron a esa simbólica protesta, hubo mucha gente para esa actividad. La protesta podía haber sido un episodio aislado sin mucho eco, pero ganaba repercusión por la desesperación de los agentes de evitar que la hoja de papel pudiera ser levantada.

¿Cuál era el objetivo de la dictadura? Si era impedir la protesta, lo único que lograba con esa persecución, era darle magnitud, importancia mayor a la que tenía.
Así sucede muchas veces, cuando se confunde el objetivo con una intención caprichosa y a destiempo.
En democracia, también a los gobiernos les molestan las protestas y procuran evitarlas, sin tomar en cuenta a veces que si las dejaran seguir su curso no tendrían trascendencia.
Estamos a un año del probable balotaje del que emergerá el nuevo gobierno, y la administración actual precisa mostrar logros sólidos de acá a la definición electoral, para convencer a los votantes de que vale la pena apostar por una “continuidad” y no tentarse con un “cambio”.
La presentación de obras, el lanzamiento de proyectos, los anuncios, la exposición de cumplimiento de compromisos, tendrá el contraste de lo que haga y diga la oposición, así como también el aprovechamiento de los que quieren reclamar o criticar al gobierno, de usar el foco de esos actos para transmitir sus planteos.

A Tabaré Vázquez le gusta desarrollar “gobierno de cercanía”, que se traduce en visitar localidades chicas para que los ministros reciban planteos, y para que el gabinete en pleno se reúna en un acto abierto.
Cuando la mayoría de la población simpatizaba con la gestión, eso se desarrolló con naturalidad y buen humor, pero en los últimos tiempos eso fue cambiando, y para el presidente y su entorno la presentación en público implicó riesgos, a veces por temas puntuales (como fue en su momento el caso de los “cincuentones”) y otras por asuntos sectoriales o generales (como con “autoconvocados” del agro y comerciantes del interior).
Este lunes, una tímida manifestación de dos tabacaleros que estaba destinada a ser una anécdota menor se convirtió en el “tema de la semana” por la exagerada reacción de las autoridades, y un collar de declaraciones posteriores.
El caso se dio durante la exposición que realizaba el ministro Víctor Rossi sobre obras en la ruta Nº 30 “Eugenio Garzón”; dos manifestantes quisieron ubicarse en primera fila del público con una pancarta cuyo texto quedó en el olvido. La filmación del episodio mostró al ministro Eduardo Bonomi empujándolos y a la policía deteniéndolos.

Entonces, nadie recordará los anuncios del Toto Rossi, y todos se quedarán con el empujón en reculada del Bicho Bonomi.
En las reacciones de crítica al gobierno se habló de la “libertad de expresión” y de la “libertad de manifestación”, pero esto también obedece a una confusión sobre el ejercicio de derechos, que de alguna manera ha sido alimentada por la propia izquierda.
Los tabacaleros, o cualquier otro que sea, tienen derecho a expresarse y a manifestar, pero no a obstaculizar un acto público, ni a afectar el desarrollo de manifestaciones de otros (en este caso de un ministro).

Es cierto que los tabacaleros se aproximaron en una actitud no violenta, pero eso no significa que la seguridad del acto permita al que quiera manifestar, meterse en el centro de un acto con una pancarta. El presidente, los ministros, las autoridades, deben estar protegidos ante problemas eventuales y deben tener garantías de poder expresar sus anuncios sin obstáculos.
Días después, todo empeoró cuando el Ministerio del Interior quiso justificar la reacción oficial (empujones y detención) con la divulgación de antecedentes de uno de los manifestantes.

Pero sobre el caso, ¿fue manifestación obrera o provocación política? En realidad pudo tener un poco de ambas razones, aunque no se puede juzgar intención; lo que sí se sabe es que eso era la nada. Dos tipos con una pancarta casera. La reacción lo amplificó.
La gente ni se acuerda qué se inauguró, pero sí retiene la imagen del ministro del Interior reculando.
Las declaraciones del prosecretario de la Presidencia, Juan Andrés Roballo, que tiene un cargo similar al de “jefe de gabinete” de otros países, llaman mucho la atención: “Nos vimos un poco avasallados y empujados, y estábamos a un metro del ministro”.
Si los principales jerarcas de gobierno pueden ser “avasallados” así como así, ¿qué queda para la gente común? Justo cuando se cumplen diez años de que la inseguridad es la principal preocupación de los uruguayos, desde el vértice del gobierno se transmite esa falta de protección en un acto público.

El bochorno no fue solo la reculada para competir por la primera fila, sino que creció con declaraciones de ese tono.
De acá al tramo final de la campaña electoral, el gobierno tendrá muchas situaciones de este tipo porque querrá hacer anuncios, inaugurar obras y dar inicio a otras, y habrá gente que se tiente con aprovechar ese escenario para expresar reclamos, y algunos otros, para provocaciones políticas. Un gobierno debe saber manejar esos casos.
La Presidencia divulgó en su web una encuesta de Ipsos en la que Tabaré Vázquez recoge alta valoración de “líderes de opinión” del exterior. Pero esos no votan acá. Y entre los que sí votan, solo una minoría (aproximadamente un tercio) aprueba la gestión del actual gobierno.
Eso va de la mano de una adhesión al Frente Amplio que es sensiblemente menor a la de la campaña electoral anterior, por lo que para mejorar la chance de “continuidad” y evitar que los uruguayos voten por un “cambio”, el oficialismo precisa mejorar su imagen, así como el Frente requiere una performance esperanzadora en la campaña.

¿Lo harán a tiempo?
El Frente Amplio llega a un congreso con varios acuerdos y se prepara para ir a un plenario que resuelva los casos de ética para terminar con eso. Y definió candidatos que abarcan un abanico amplio de perfiles y corrientes de opinión. Aparece en condiciones de mejorar.
El gobierno tiene oportunidades para mejorar también, pero si se enreda como el pasado lunes corre riesgo de tener más costos que beneficios. 

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