Cuando uno se traslada por la carretera al sur de Tel Aviv, en Israel, y entra al desierto de Negev, la atención se distrae con la visión de camellos y campamentos beduinos que aparecen cada tanto en el árido paisaje. Pero, pasando la población de Be’er Sheva, uno queda irremediablemente hipnotizado por un círculo resplandeciente en el horizonte, y se da cuenta de que a unos 40 kilómetros de distancia ya se puede divisar la nueva planta termosolar de Ashalim, la primera en su tipo en Israel.
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