Espectáculos y Cultura > Entrevista a Ida Vitale

“La Idamanía es una exageración; al idioma español se le va la mano a veces”

La escritora uruguaya ganadora del Premio Cervantes es el centro de una exposición en el Centro Cultural de España, que comienza este jueves
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12 de septiembre de 2019 a las 05:04

Las entrevistas con Ida Vitale son siempre un misterio que muestran su verdadero carácter mientras se van desarrollando. Vitale, que tiene la experiencia de sus 95 años y la energía de una persona de treinta,  puede ser una enciclopedia comparativa de autores, un baúl de recuerdos de sus viajes por el mundo, o incluso una clase de cómo abocarse a las distintas facetas de la literatura y triunfar en el intento. A poco más de seis meses de que le entregaran el premio Cervantes, la autora uruguaya sigue manteniendo una efervescencia inédita en los medios y las librerías, pero ahora también en las salas de exposiciones; a partir de este jueves, en el Centro Cultural España, una muestra sobre su vida y obra estará disponible para conocerla todavía más. El evento es el disparador de la entrevista, pero claro: con ella nunca se sabe a dónde irá la conversación. A continuación, un extracto de una charla que pasó por Pinocho, Felisberto Hernández, el rey de España y hasta por lo que le gritan los feriantes, que antes quizá no la conocían, pero ahora sí. 

¿Qué siente al ver que se están haciendo exposiciones en base a su obra?

Es raro. Se llevaron algunos cuadros que yo tenía y también algunos libros. Todo tiene un sentido, pero no entiendo hasta que punto. Llevaron un libro mío de Jules Renard, por ejemplo. Me gusta muchísimo, pero también me gusta mucho Shakespeare. Entonces, no hay un libro en especial que me haya influido tanto. Uno pone o toda la biblioteca o no pone nada. O elige cuatro libros que tiene que pensar mucho. ¡De repente termino poniendo a Pinocho! O tantos otros que leí de chica.

¿Hasta qué punto se puede saber cuántos libros influyeron en una carrera literaria?

Es imposible. Un libro te puede marcar muchísimo en un momento y diez años después es otra cosa. Además, cuando sos chico todo te marca. Recuerdo una biblioteca de mi escuela de la que yo tomaba muchos libros prestados. No me acuerdo exactamente de cuál, pero sí de la biblioteca. Creo que el primer libro que realmente me marcó fue Guerra y paz. Tenía 12 años, estaba en casa y lo leí. Hace poco vi que lo hicieron película, y pensaba hasta qué punto era lo que yo recordaba. Había muchos más bailes que en el libro de Tolstói.

¿Qué siente ante la exposición continua que está teniendo en Uruguay?

No leo tantos diarios, pero me entero, sí. En las ferias me gritan “¡Ida, venga a comprar acá!”. Se ve que ven mucha televisión los feriantes. Me he dado cuenta de que la gente está prendida a la televisión de manera permanente.

Crearon hasta una palabra para lo que está pasando: la Idamanía.

Me parece una exageración. Al idioma español se le va la mano a veces. Había una historia que decía que un hombre quería inflar un perro porque estaba muy flaco. Esto es lo mismo. Están inflando al perro. Pero sí, se dio eso de la sucesión de los premios. Yo tengo una visión un poco escéptica de los premios, pero bueno. Es como cuando yo era chica y Uruguay ganaba un campeonato de fútbol. Parecía que de repente habíamos entrado a un mundo en el que no estábamos. Hay premios todos los días y esta vez nos tocó a nosotros.

¿Cómo recuerda ahora esos días del Cervantes, con discursos, entrevistas, reuniones con los reyes incluidas?

Fue todo tan raro. El rey es muy simpático, pero me sorprendió la reina madre. Le pedí disculpas porque obviamente me salteaba todos los protocolos, pero ella me dijo que estaban hechos para eso, para saltearlos. El rey es igual que la madre. Es fantástico. Es un hombre que sabe que los reyes en España no van a durar mucho, que cumple una función decorativa. En todos los países tiene que haber alguien que cumpla esa función de adorno, pero no es nada tonto. Y después fue muy bonito todo. Fuimos a un pueblo muy lindo al lado del río Tormes, cerca de un bosque. Nos invitó el alcalde, fuimos a su casa, la mujer hizo la comida para todos. El alcalde se puso a tocar unos instrumentos y la mujer se puso a cantar. Después me enteré que eran un dúo que recorría todos esos pueblitos haciendo el show. Y ahora supongo que los premios se acabaron. Igual me enteré que me dieron un premio, el Max Jacob en Francia, pero lo supe por verlo escrito en algún lado. Por ahí es algo que inventó algún uruguayo.

¿Qué ritmo de producción tiene hoy?

Tengo mucho escrito. Yo escribo, archivo y olvido, hasta que vuelvo a acordarme de que tengo eso guardado. Ahora lo que tengo entre manos es una novela, que tengo que terminar. Pero también la tengo archivada. 

¿Tiene rutinas para escribir o lo hace cuando le surge?

Necesito tener algo de concentración. Todo lo que ha pasado en estos meses ha sido fatal para eso. No sé si me va a dar la vida para terminar la novela, pero confío en que sí. Falta poco, pero si en tres años no la miro, considero que quedará archivada para la posteridad.

¿La novela ya tiene nombre?

Varios, pero todavía no elegí ninguno. Es complicado. A veces el nombre sale y listo, pero a veces no. En la poesía es más fácil, agarrás un verso y listo. Pero no sé, es una novela un poco realista de más y hay veces que las cosas pasan de moda si no se publican cuanto antes. No es que cuente nada muy real, pero hay tantas tendencias diferentes. Encuentro que ahora hay muchas más diferencias en las realidades, y eso es mucho más divertido.

Y hablando de eso, ¿qué disfruta más escribiendo? ¿Ensayos, poesía o novela?

No, una novela es lo más complicado de todo. Por ejemplo, no podemos decir que Felisberto Hernández haya escrito una novela. Pero Felisberto tenía ciertas dificultades que Onetti no. Me acuerdo que una vez nos juntó para leernos una novela que había hecho y era solo una página y un párrafo. Obviamente, el comienzo nos gustó, pero ahí me di cuenta de sus inseguridades a la hora de escribir. Quería saber siempre qué pensábamos. Volviendo al tema, a veces ocurre que uno tiene ganas de escribir poesía, a veces no, a veces los ciclos se cierran. Y a veces uno no tiene ganas de escribir nada. 

¿Qué está leyendo ahora?

No mucho, tengo algo en la mesa de luz de Harold Bloom, que algunos dicen que no es muy ameno, pero a mí me divierte mucho. Escribe muy bien y tiene mucho sentido del humor. Y no mucho más. No hay mucho de actualidad en mis lecturas. Estoy un poco fuera de foco. Creo que se han muerto todos los escritores que eran mis amigos. Y a Levrero no lo conocí, pero sí lo leí. Ahora que pienso y que hablamos de Felisberto, él fue otro que vivió muchos años de su vida sin que lo conocieran. Lo que pasa es que sacaba libritos muy pequeños en el interior. Después se hizo conocido en el exterior. Felisberto fue para mí muy especial. Eso sí: era insoportable como persona. Se ponía nervioso y empezaba a decir pavadas. Él mismo era su peor enemigo. Pero escribía muy bien. Es una pena que muriera tan joven. ¡Si pensamos en lo que podría haber llegado a escribir! 

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