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Ida Vitale salta de la página al cine y empieza a festejar sus 100 años con el estreno de su documental

La ópera prima de la directora María Arrillaga se estrena este jueves en salas locales
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02 de agosto de 2023 a las 05:03

A María Arrillaga le cuesta identificar las primeras imágenes que tiene de Ida Vitale, pero recuerda sobre todo su risa y la energía cómplice que la poeta y su marido Enrique Fierro parecían emanar cada vez que llegaban a Uruguay del exterior. Por ese entonces, la ganadora del premio Cervantes todavía vivía en Estados Unidos, estaba a unas décadas de distancia de convertirse en el centro de la Idamanía posterior a su galardón, y su literatura no abundaba en las librerías como sí pasa hoy. Lo que si tenía en Uruguay, además de familia y su pasado, eran a sus amigos, algunos de ellos también parte de la llamada Generación del 45. Entre ellos estaba el escritor, dramaturgo y periodista Carlos Maggi, abuelo de Arrillaga. Allí, en esos encuentros, la cineasta uruguaya tuvo sus primeros atisbos de la figura de Vitale y, sobre todo, descubrió una forma de ver el mundo que la conmovió. Tanto que esa mirada de Vitale es el centro de su primera película, un documental que este jueves llega oficialmente a salas locales.

Tras un pasaje exitoso por el festival de Málaga y un preestreno en 2022 en un Teatro Solís repleto de espectadores —y en el que estuvo presente la propia poeta, que fue homenajeada tras la película—, Ida Vitale encuentra su camino hasta las salas en el año que su objeto de estudio cumplirá 100 años. Eso será recién el 2 de noviembre, pero de alguna forma los festejos tienen una suerte de empujón inicial con esta producción que marca el debut de Arrillaga en la dirección y también el de Ida como protagonista. El estreno del documental estará acompañado además de varias actividades relacionadas a la figura de la escritora —con su presencia incluida— y su centenario.

Y si bien la presencia de Vitale en el imaginario familiar de Arrillaga siempre fue una suerte de constante, no fue hasta la mudanza definitiva de la poeta a Uruguay en 2017, tras la muerte de Fierro, que le vino el “impulso” de preguntarle si quería filmar una película con ella.

“Fue un día que nos juntamos y ella estaba radiante. De la nada empezó a poetizar sobre todo lo que veía, desde las teclas del piano, a los libros que había en la biblioteca o los adornos que estaban ahí. Se dio una conexión en la conversación y con una percepción del presente de parte de ella que, como lo dice su nombre, fue de vitalidad. Me recordó muchísimo a lo que significaba para mí compartir tiempo con mi abuelo, que ya no estaba para ese entonces. Ella es la última de esa generación, y en un momento le dije ‘Ida, vamos a hacer una película juntas’.  Ella me respondió con ese sentido de humor que la caracteriza, me dijo ‘qué vas a filmar a esta vieja’, y le dije que podía ser una aventura increíble. A los meses ganó el Cervantes y todo se empezó a dar por azar y de forma natural”, cuenta la directora a El Observador.

Una vez que empezaron a filmar, la intimidad que se generó fue un aspecto clave. Arrillaga llegaba a la casa de Vitale con una cámara pequeña, muchas veces sola, en otros caso junto a su colaboradora y productora de la película Inés Vázquez, y así se generaba el caldo de cultivo para desatar a la Ida Vitale que se ve en pantalla: una mujer de una fuerza sorprendente, capaz de mostrarse curiosa por cada aspecto que la rodea, atenta a la vida y las palabras. Perdida en su propio mundo de las ideas y, a la vez, con los pies definitivamente bien plantados en la tierra.

“Ella es una actriz natural. Al principio capaz no era tan consciente de que la estaba filmando a pesar de que se lo dije, pero después se fue familiarizando con la cámara y hasta jugaba y decía ‘te voy a inventar un argumento: me tengo que caer por las escaleras del hotel’ o cosas así. Me han preguntado si sentí alguna vez una cierta distancia desde la persona al personaje, a la poeta reconocida, y jamás pasó. Tampoco la busqué; ella es tan cercana y se generaba ese encuentro, que a veces se puede dar o no entre las personas, pero en este caso pasó”.

Ida Vitale, el documental, prefiere prescindir de datos, fechas y los esquemas narrativos clásicos, y se deja llevar por la presencia de su protagonista, por sus ideas y maneras de entender lo que la rodea. Sí hay, de todas formas, una presencia fuerte de las palabras, que le han dado forma a la vida intelectual de Vitale y también a la producción que lleva su nombre.

La idea llegó, según Arrillaga, de su encuentro con el libro Léxico de afinidades de la propia Vitale, y siguió esa preocupación que tenía la cineasta de tratar de replicar las estructuras mentales de la poeta más que seguir un esquema claro de guion. Los encuentros, eso sí, estaban marcados a horarios claros: a Ida no le gusta madrugar, así que las mañanas no formaron parte del calendario de rodaje.

“La seguimos a su ritmo, y en los viajes, por ejemplo, ella se colgaba con las cosas que iba encontrando y descubriendo, y a veces llegar hasta la cuadra siguiente en un jardín podía ser complicado. Pero eran charlas muy divertidas. Se sentía el humor y lo que ella valora el contacto con otras personas, y creo que hay algo en el interés genuino, no solo al estar filmando un documental, que permitían ese afecto y esa afinidad que surgía. Logramos esa intimidad y la posibilidad de que ella nos abriera mundos que estaban archivados en su escritorio o en cajas que todavía no había ordenado”, agrega la directora que, de paso, no se refiere más arriba a cualquier viaje: ella pudo seguir con su cámara a Vitale en el momento en que, en España, recibió el premio Cervantes en abril de 2019.

María Arrillaga

Por su peso, el momento funciona casi como un centro nuclear para la película de Arrillaga —su cámara movediza se cuela entre los reyes de España, una siempre entusiasta y sorprendida Ida, cientos de flashes y periodistas a su alrededor—, pero no hace que el resto pierda peso y la apuesta se mantiene allí donde la cineasta quería: en esa figura pequeña y vivaracha que, en conjunción con una fotografía de contrastes bajos y aura etérea, es el espíritu de lo que se ve en pantalla.

Así, por ejemplo, resume Arrillaga a la figura de la poeta, y también la línea que ella misma siguió para desenvolver su interés y la pulsión cinematográfica que la llevó hasta esta ópera prima: “Siempre me llamó la atención su curiosidad, su asombro a esa edad, el entusiasmo que hace falta para mirar el mundo como ella lo ve. A lo largo del proceso la película se fue transformando además en una militancia de poder transmitir de esa manera de mirar. Y charlando con ella descubrí también que su asombro no es ingenuo, es una búsqueda que ella hace, casi como si se obligara a seguir contactando con el mundo y a estar en él”.

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